… tomad […] la espada del
Espíritu, que es la palabra de Dios (Efesios 6:17).
Lectura: Nehemías 4:7-18
La biblia en un año: Juan 1:29-51
Supervisados por Nehemías, los
obreros israelitas reedificaban los muros de Jerusalén. Sin embargo, cuando
estaban cerca de la mitad de la obra, se enteraron de que sus enemigos
planeaban atacar la ciudad, y la noticia desmoralizó a estos trabajadores ya
exhaustos.
Nehemías tenía que hacer algo.
Entonces, primero, oró y puso varios guardias en lugares estratégicos. Después,
les dio armas a sus trabajadores: «Los que edificaban en el muro, los que
acarreaban, y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra, y en la
otra tenían la espada. Porque los que edificaban, cada uno tenía su espada
ceñida a sus lomos, y así edificaban» (Nehemías 4:17-18).
Nosotros, constructores del reino
de Dios, necesitamos armarnos contra los ataques de Satanás, nuestro enemigo
espiritual. La Palabra de Dios, la espada del Espíritu, nos protege.
Memorizarla y meditar en ella nos permite «estar firmes contra las asechanzas
del diablo» (Efesios 6:11). Nos recuerda la promesa de que lo que hacemos para
Dios durará eternamente (1 Corintios 3:11-15), que hemos sido perdonados por el
poder de la sangre de Cristo (Mateo 26:28) y que llevaremos frutos en la medida
en que el Señor habite en nosotros (Juan 15:5).
¡La Palabra de Dios es nuestra
defensa divina!
Señor, ayúdame a recordar tu
Palabra en mis preocupaciones y temores.
La Palabra de Dios es la
defensa divina ante los ataques del enemigo.
Nuestro Pan Diario
¡Sigue escalando!
… exhortaos los unos a los
otros cada día… (Hebreos 3:13).
Lectura: 1 Tes. 4:1-12
La biblia en un año: 2 Reyes 7–9; Juan 1:1-28
Ricardo necesitaba un impulso,
y lo recibió. Estaba escalando una pared rocosa con su amigo Carlos, quien
estaba encargado de asegurar la soga. Exhausto y a punto de rendirse, le pidió
a su compañero que lo bajara; sin embargo, Carlos lo instó a seguir, diciéndole
que había llegado demasiado lejos como para abandonar. Colgando en el aire,
Ricardo decidió seguir intentado. De manera asombrosa, el estímulo de su amigo
había hecho que volviera a pisar la roca y completara el ascenso.
En la iglesia primitiva, los
seguidores de Cristo se alentaban mutuamente a seguir al Señor y mostrar
compasión. En una cultura plagada de inmoralidad, los creyentes se incentivaban
apasionadamente a vivir en pureza (Romanos 12:1; 1 Tesalonicenses 4:1),
interceder por el cuerpo de Cristo (Romanos 15:30), ayudar a las personas a
mantenerse conectadas con la iglesia (Hebreos 10:25) y amar cada día más (1
Tesalonicenses 4:10). Se alentaban unos a otros, como Dios los incentivaba a
hacerlo (Hechos 13:15).
Mediante su muerte y
resurrección, Jesucristo nos ha vinculado a unos con otros. Por lo tanto, con
la ayuda de Dios, tenemos la responsabilidad y el privilegio de alentar a los
demás creyentes a completar el ascenso a la confianza y la obediencia a Él.
¿Cuándo fue la última vez que
alentaste a alguien a seguir a Cristo?
… animaos unos a otros, y
edificaos unos a otros… —1 Tesalonicenses 5:11
Nuestro Pan Diario
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