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viernes, 13 de mayo de 2016

Nuestra defensa divina



… tomad […] la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios (Efesios 6:17).
Lectura: Nehemías 4:7-18
La biblia en un año: Juan 1:29-51
Supervisados por Nehemías, los obreros israelitas reedificaban los muros de Jerusalén. Sin embargo, cuando estaban cerca de la mitad de la obra, se enteraron de que sus enemigos planeaban atacar la ciudad, y la noticia desmoralizó a estos trabajadores ya exhaustos.
Nehemías tenía que hacer algo. Entonces, primero, oró y puso varios guardias en lugares estratégicos. Después, les dio armas a sus trabajadores: «Los que edificaban en el muro, los que acarreaban, y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra, y en la otra tenían la espada. Porque los que edificaban, cada uno tenía su espada ceñida a sus lomos, y así edificaban» (Nehemías 4:17-18).
Nosotros, constructores del reino de Dios, necesitamos armarnos contra los ataques de Satanás, nuestro enemigo espiritual. La Palabra de Dios, la espada del Espíritu, nos protege. Memorizarla y meditar en ella nos permite «estar firmes contra las asechanzas del diablo» (Efesios 6:11). Nos recuerda la promesa de que lo que hacemos para Dios durará eternamente (1 Corintios 3:11-15), que hemos sido perdonados por el poder de la sangre de Cristo (Mateo 26:28) y que llevaremos frutos en la medida en que el Señor habite en nosotros (Juan 15:5).
¡La Palabra de Dios es nuestra defensa divina!
Señor, ayúdame a recordar tu Palabra en mis preocupaciones y temores.
La Palabra de Dios es la defensa divina ante los ataques del enemigo.
Nuestro Pan Diario

¡Sigue escalando!
… exhortaos los unos a los otros cada día… (Hebreos 3:13).
Lectura: 1 Tes. 4:1-12
La biblia en un año: 2 Reyes 7–9; Juan 1:1-28
Ricardo necesitaba un impulso, y lo recibió. Estaba escalando una pared rocosa con su amigo Carlos, quien estaba encargado de asegurar la soga. Exhausto y a punto de rendirse, le pidió a su compañero que lo bajara; sin embargo, Carlos lo instó a seguir, diciéndole que había llegado demasiado lejos como para abandonar. Colgando en el aire, Ricardo decidió seguir intentado. De manera asombrosa, el estímulo de su amigo había hecho que volviera a pisar la roca y completara el ascenso.
En la iglesia primitiva, los seguidores de Cristo se alentaban mutuamente a seguir al Señor y mostrar compasión. En una cultura plagada de inmoralidad, los creyentes se incentivaban apasionadamente a vivir en pureza (Romanos 12:1; 1 Tesalonicenses 4:1), interceder por el cuerpo de Cristo (Romanos 15:30), ayudar a las personas a mantenerse conectadas con la iglesia (Hebreos 10:25) y amar cada día más (1 Tesalonicenses 4:10). Se alentaban unos a otros, como Dios los incentivaba a hacerlo (Hechos 13:15).
Mediante su muerte y resurrección, Jesucristo nos ha vinculado a unos con otros. Por lo tanto, con la ayuda de Dios, tenemos la responsabilidad y el privilegio de alentar a los demás creyentes a completar el ascenso a la confianza y la obediencia a Él.
¿Cuándo fue la última vez que alentaste a alguien a seguir a Cristo?
… animaos unos a otros, y edificaos unos a otros… —1 Tesalonicenses 5:11
Nuestro Pan Diario
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