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Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá
(v. 25).
Lectura:
Juan 11:14-27
La
biblia en un año: Juan 9:1-23
En
medio de los inviernos helados y con nieve, la esperanza de la llegada de la
primavera sostiene a quienes viven en regiones muy frías del mundo. El primer
mes de primavera, esa esperanza tiene su recompensa, ya que los cambios son
notorios. Los tallos que parecían inertes se convierten en ramas con hojas
verdes que, poco después, saludan ondulantes. Aunque el cambio diario es
imperceptible, para finales del primer mes, los paisajes grises se llenan de
verde.
Dios
creó las cosas con un ciclo de descanso y renovación. Lo que para nosotros es
muerte, para Dios es descanso. Y, así como el descanso es la preparación para
la renovación, la muerte es la preparación para la resurrección.
Me
encanta ver brotar los bosques cada primavera, porque me recuerda que la muerte
es un estado temporal, cuyo propósito es preparar para una nueva vida, para un
nuevo comienzo, para algo aun mejor. «Si el grano de trigo no cae en la tierra
y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto» (Juan 12:24).
Aunque
el polen de primavera es una molestia cuando nos hace estornudar, me recuerda
que Dios está dedicado a mantener vivas las cosas. Él prometió que, después del
dolor de la muerte, los que creen en su Hijo resucitarán con cuerpos
gloriosos.
Señor,
gracias por la esperanza de la resurrección.
Cada
hoja que brota es un recordatorio de la resurrección prometida.
Nuestro
Pan Diario
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