No
tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad (v. 4).
Lectura:
3 Juan 1-8
La
biblia en un año: Lucas 23:26-56
La
vida de Bob y Evon Potter, una pareja amante de la diversión, y las de sus tres
hijos tuvo un vuelco maravilloso en 1956, cuando, durante una campaña de
evangelización de Billy Graham, aceptaron a Cristo como Salvador. Al poco
tiempo, con el deseo de compartir su fe y alcanzar a otros, abrieron su casa
los sábados por la noche para estudiantes de secundaria y universitarios que
querían estudiar la Biblia. Un amigo me invitó y me convertí en un asistente
habitual.
La
preparación de lecciones, la memorización y un estudio serio de las Escrituras
se conjugaban con una atmósfera de amistad, gozo y risas, mientras nos
desafiábamos mutuamente y el Señor transformaba nuestras vidas.
Seguí
en contacto con los Potter durante años, y muchas tarjetas y cartas de Bob terminaban
siempre con estas palabras: «No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis
hijos andan en la verdad» (3 Juan 4). Como Juan le escribió «a Gayo, el amado»
(v. 1), así alentaba Bob a todos los que conocía, para que siguieran caminando
con el Señor.
Hace
unos años, asistí a su funeral, una ocasión gozosa y repleta de personas que
continuaban en el sendero de la fe; todo porque una joven pareja abrió su casa
y sus corazones para ayudar a otros a encontrar al Señor.
Señor,
gracias por aquellos que me alentaron a andar en tu verdad. Que pueda yo
alentar a otros.
Hoy,
anima a alguien en su andar de fe.
Nuestro
Pan Diario
Maratón
de oración
Orad
sin cesar (v. 17).
Lectura:
1 Tes. 5:16-28
La
biblia en un año: Lucas 23:1-25
¿Luchas
para hacer de la oración un hábito? Nos pasa a muchos. Sabemos que la oración
es importante, pero también sumamente difícil. Pasamos de momentos de profunda
comunión con Dios a sentir como que solo cumplimos con una rutina. ¿Por qué
cuesta tanto orar?
La
vida de fe es una maratón. Los vaivenes en nuestra vida de oración lo reflejan;
y, así como en ese tipo de carrera no hay que dejar de correr, también debemos
seguir orando. La clave es: ¡No abandones!
El
estímulo de Dios llega a través del apóstol Pablo: «Orad sin cesar» (1
Tesalonicenses 5:17), «constantes en la oración» (Romanos 12:12) y «perseverad
en la oración» (Colosenses 4:2). Todas estas declaraciones implican permanecer
firmes y continuar con la tarea de orar.
Como
nuestro Padre celestial es una Persona, podemos desarrollar un tiempo de
comunión íntima con Él, al igual que lo hacemos con otros seres humanos. A. W.
Tozer escribe que, con la práctica, nuestra vida de oración «deja de ser un
encuentro casual y se convierte en la comunión más íntima y plena de la que es
capaz el alma humana». Y esto es lo que realmente deseamos: una comunión
profunda con Dios. Solo se logra si seguimos orando.
Querido
Padre, ayúdanos a encontrar tiempo para estar contigo, y a experimentar tu
bondad y tu presencia.
No
hay día en que no necesitemos orar.
Nuestro
Pan Diario
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