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miércoles, 25 de mayo de 2016

Remar hasta casa



… una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante… (v. 13).
La biblia en un año: Juan 7:28-53
Me encanta Reepicheep, el firme ratoncito que habla en Las Crónicas de Narnia, de C. S. Lewis. Decidido a llegar hasta el «extremo este» y unirse al gran león Aslan (símbolo de Cristo), Reepicheep declara: «Mientras pueda, navegaré hacia el este en el Viajero del Alba. Cuando me falle, voy a remar hacia el este en mi barquilla [que es un barco pequeño], y cuando ella se hunda, nadaré al este con mis cuatro patas. Y cuando ya no pueda nadar, si no he llegado al país de Aslan, me hundiré apuntando con mi nariz hacia la salida del sol».
Pablo lo expresó de otro modo: «prosigo a la meta» (Filipenses 3:14). Su meta era ser como Jesús. No le importaba otra cosa. Admitía que tenía mucho terreno que recorrer, pero que no abandonaría hasta que lograr aquello para lo que Jesús lo había llamado.
Nadie es lo que debería ser, pero, como el apóstol Pablo, podemos seguir esforzándonos y orando por alcanzar la meta. Como él, siempre diremos: «No que lo haya alcanzado ya»; sin embargo, a pesar de las debilidades, los fracasos y el agotamiento, debemos seguir avanzando (v. 12). Pero todo depende de Dios: ¡sin Él, no podemos hacer nada!
El Señor está contigo y te llama a avanzar. ¡Sigue remando!
Señor, que entendamos que llegar a la meta no depende de nuestro esfuerzo, sino de la oración y la guía del Espíritu Santo.
Dios provee el poder que necesitamos para perseverar.

La morada de Dios
… ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor… (v. 4).
La biblia en un año: Juan 7:1-27
James Oglethorpe (1696-1785), general británico y miembro del Parlamento, tenía sumo interés en establecer el estado de Georgia, en los Estados Unidos, y la visión de fundar una gran ciudad: Savannah. Planificó una serie de manzanas, con espacio verde y zonas para iglesias y tiendas, y el resto para viviendas. Esa visión se refleja en la organización y belleza de lo que hoy se considera una joya del sur norteamericano.
En Apocalipsis 21, Juan recibió la visión de una ciudad diferente: la nueva Jerusalén, pero no dijo tanto sobre su diseño, sino sobre la Persona que estaba allí. Así describe nuestro hogar eterno: «Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos» (v. 3). Debido a quien estaba, Dios mismo, esa morada se destacaría por lo que no habría. Citando Isaías 25:8, Juan escribió: «Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte» (v. 4).
¡Y no habrá muerte! Tampoco «habrá más llanto, ni clamor, ni dolor». Toda nuestra tristeza será reemplazada por la maravillosa y sanadora presencia del Dios del universo. Este es el hogar que Jesús está preparando para todos los que acuden a Él en busca del perdón de sus pecados.
Padre, lo más hermoso del cielo es que viviremos para siempre contigo.
Señor, mientras preparas un lugar para nosotros, prepáranos para ese lugar.
Nuestro Pan Diario
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