Jesús
les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su
obra (v. 34).
Lectura:
Juan 4:4-14
La
biblia en un año: Juan 4:1-30
Era ya
el mediodía. Jesús, cansado del largo viaje, descansaba junto al pozo de Jacob.
Sus discípulos habían ido a Sicar a comprar comida. Una mujer salió de la
ciudad a buscar agua… y encontró al Mesías. El relato nos dice que, de
inmediato, ella se volvió para invitar a otros a ir y escuchar a un hombre que
le había dicho todo lo que ella había hecho (Juan 4:29).
Los
discípulos regresaron y, cuando instaron a Jesús para que comiera, Él les dijo:
«Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra» (v.
34).
Ahora,
mi pregunta es esta: ¿Qué obra había estado haciendo Jesús? Solamente había
estado descansando y esperando junto al pozo.
Esta historia
me anima enormemente porque sufro de limitaciones físicas. Este pasaje me dice
que no tengo que andar apurado por todas partes, preocupándome por descubrir y
llevar a cabo la obra del Señor para mí. En esta etapa de mi vida, puedo
descansar y esperar que Él traiga su trabajo adonde yo estoy.
Del
mismo modo, tu pequeño apartamento, tu cubículo en el trabajo, tu celda en la
cárcel o tu cama de hospital pueden convertirse en un «pozo de Jacob», donde
descansas y esperas que el Señor te utilice. Me pregunto a quién pondrá hoy
delante de ti.
Señor,
ayúdame a verte en cada área de mi vida y a servirte donde estoy ahora.
Si
quieres un campo para servir, mira a tu alrededor.
Nuestro
Pan Diario
Invisible,
pero amado
A
quien amáis sin haberle visto… (v. 8).
Lectura:
1 Pedro 1:1-9
La
biblia en un año: Juan 3:19-36
Como
otros en la comunidad de blogueros, nunca había conocido al hombre que se
identificaba como BruceC. Sin embargo, cuando su esposa publicó una nota en el
grupo informándonos que su esposo había fallecido, un torrente de respuestas de
lugares distantes reveló que todos sabíamos que habíamos perdido a un amigo.
A
menudo, BruceC nos había abierto su corazón, contándonos sobre las cosas que le
importaban y su interés por los demás. Muchos sentíamos que lo conocíamos, y
extrañaríamos la delicada sabiduría que había obtenido tras años de ser agente
de policía y de confiar en Cristo.
Recordar
nuestras conversaciones en línea me hizo renovar mi aprecio por las palabras de
un testigo de Jesús en el siglo I. En su primera carta del Nuevo Testamento, el
apóstol Pedro escribió refiriéndose a Jesús: «a quien amáis sin haberle visto»
(1 Pedro 1:8).
Pedro,
como amigo personal de Jesús, les escribía a personas que solo habían escuchado
sobre Aquel que les había dado tanta esperanza en medio de sus dificultades.
Estos, como miembros de una comunidad mayor de creyentes, también lo amaban.
Sabían que, con su propia vida, había pagado el precio para incorporarlos en la
familia eterna de Dios.
Señor,
aunque nunca te vimos, creemos en ti. Haznos una comunidad de amor entre
hermanos en Cristo.
Nuestro
amor al prójimo es la medida de nuestro amor a Dios.
Nuestro
Pan Diario
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