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viernes, 7 de abril de 2017

Calle Godliman



… He aquí ahora hay en esta ciudad un varón de Dios… (v. 6).
Lectura: 1 Samuel 9:1-10
La Biblia en un año: 1 Samuel 7–9; Lucas 9:18-36
Mi esposa y yo estábamos caminando por Londres, cuando llegamos a una calle llamada Godliman [Hombrepiadoso]. Nos dijeron que, una vez, allí vivió un hombre cuya vida era tan santa que su calle llegó a conocerse como «la calle de ese hombre piadoso». Esto me recordó una historia del Antiguo Testamento.
El padre de Saúl lo envió a él y a un criado a buscar unas asnas perdidas. Los jóvenes buscaron durante días, pero no pudieron encontrarlas.
Saúl estaba listo para rendirse y volver a su casa, pero su criado señaló hacia Ramá, el pueblo del profeta Samuel, y dijo: «He aquí ahora hay en esta ciudad un varón de Dios, que es hombre insigne; todo lo que él dice acontece sin falta. Vamos, pues, allá; quizá nos dará algún indicio acerca del objeto por el cual emprendimos nuestro camino» (1 Samuel 9:6).
Toda su vida, Samuel había buscado la amistad y la comunión con Dios, y sus palabras tenían el peso de la verdad. Lo conocían como un profeta del Señor. Entonces, Saúl y su siervo «fueron a la ciudad donde estaba el varón de Dios» (v. 10).
¡Que nuestras vidas puedan reflejar a Jesús de tal manera que dejemos huella en nuestros vecindarios, y que el recuerdo de nuestra piedad permanezca!
Señor, no sé cómo me describirían mis vecinos. Pero quiero estar cerca de ti y ser luz en mi rincón del mundo.
El testimonio más poderoso es una vida piadosa.

¿Qué dura para siempre?
Pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán (v. 27).
Lectura: Salmo 102:25-28
La Biblia en un año: 1 Samuel 4–6; Lucas 9:1-17
Mi amiga, que había estado con muchas dificultades, escribió: «En los últimos semestres de la vida estudiantil, muchas cosas han cambiado… es aterrador. Nada permanece para siempre».
Por cierto, mucho puede suceder en dos años: un cambio de carrera, nuevas amistades, enfermedades, muertes. Para bien o para mal, ¡una experiencia transformadora puede estar a punto de lanzarse en tu camino! Entonces, qué gran consuelo es saber que nuestro amoroso Padre celestial no cambia.
El salmista declara: «Pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán» (Salmo 102:27). La repercusión de esta verdad es inmensa: Dios es amoroso, justo y sabio para siempre. Como afirma Arthur W. Pink: «Cualquiera que fueran los atributos de Dios antes de crear el universo con su Palabra, son exactamente los mismos ahora, y permanecerán inmutables para siempre».
En el Nuevo Testamento, Santiago escribe: «Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación» (1:17). En nuestro mundo cambiante, podemos saber que nuestro Dios bueno siempre será coherente con su carácter.
Quizá parezca que nada dura para siempre, pero Dios sigue siendo bueno con su pueblo.
Señor, gracias porque eres el único que nunca cambia, y eres bueno con nosotros.
Aquel que sustenta el universo no te dejará.
Nuestro Pan Diario
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