Bienaventurado
el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá
la corona de vida… (v. 12).
Lectura:
Santiago 1:1-12
La
Biblia en un año: Lucas 5:1-16
El
invierno pasado, mientras visitaba un museo de historia natural, aprendí
algunas cosas notables sobre los álamos. Un bosque entero de estos delgados
árboles puede desarrollarse a partir de una sola semilla y compartir el mismo
sistema de raíces. Este sistema puede existir miles de años sin producir
árboles, dormido bajo tierra, hasta que un incendio, una inundación o una
avalancha permite que las raíces perciban el sol y se abran paso entre las
sombras del bosque. La savia que sube se convierte en árbol.
Lo
que hace posible que crezcan los álamos es la devastación producida por un
desastre natural. Santiago también escribe que las dificultades nos hacen
crecer en la fe: «tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas,
sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia
su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa
alguna» (Santiago 1:2-4).
Es difícil
tener gozo durante las pruebas, pero podemos hallar esperanza al saber que Dios
utilizará las circunstancias problemáticas para ayudarnos a crecer
espiritualmente. Como los álamos, cuando las dificultades despejan nuestro
corazón para que la luz de Dios nos alcance, la fe puede crecer.
— ap
Señor,
gracias por acompañarme en las dificultades. Ayúdame a crecer con ellas.
Las
pruebas pueden acercarnos más a Dios.
Dar
fruto bueno
Será
como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo…
(v. 3).
Lectura:
Salmo 1:1-3
La
Biblia en un año: Jueces 4–6 Lucas 4:31-44
La
vista desde la ventanilla del avión era asombrosa: una angosta franja de campos
sembrados y huertas se extendía entre dos montañas estériles. A lo largo del
valle, corría un río con agua vivificadora, sin la cual, no habría fruto.
Así
como una cosecha abundante depende de una fuente de agua limpia, la calidad del
«fruto» en mi vida —mis palabras, acciones y actitudes— depende de mi nutrición
espiritual. El salmista lo describe en el Salmo 1: «el varón […] que en la ley
del Señor está su delicia, […] será como árbol plantado junto a corrientes de
aguas, que da su fruto en su tiempo» (vv. 1-3). Y, en Gálatas 5, Pablo
escribe que, a los que andan en el Espíritu, los caracteriza el «amor, gozo,
paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza» (vv. 22-23).
A
veces, las circunstancias me amargan, o mis acciones y palabras se vuelven
desagradables. No hay buen fruto. Entonces, me doy cuenta de que no he pasado
tiempo escuchando las palabras de mi Dios. Pero, cuando el ritmo de mi vida
diaria se arraiga en Él, doy fruto bueno. Al interactuar con los demás, soy
paciente y amable, y me resulta más fácil dar gracias que quejarme.
Jesucristo
es nuestra fuente del poder, la sabiduría, el gozo, el discernimiento y la paz
(Salmo 119:28, 98, 111, 144, 165) que debemos producir.
Señor,
riega mi vida con tu Palabra.
El
Espíritu de Dios vive en sus hijos para obrar a través de ellos.
Administrador
de imagen
Porque
a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé… (v. 4).
Lectura:
Isaías 43:1-9
La
Biblia en un año: Jueces 1–3 Lucas 4:1-30
Para
celebrar los 80 años de Winston Churchill, el parlamento británico le encomendó
al artista Graham Sutherland que pintara un retrato del célebre estadista. A
Churchill no le gustó el resultado, ya que, en vez de mostrarlo como a él le
gustaba, aparecía desplomado en una silla y con su característico ceño
fruncido; fiel a la realidad, pero nada atractivo. Después de su muestra
oficial, Churchill lo escondió en su sótano.
Como
él, la mayoría tenemos una imagen de nosotros mismos que queremos que los demás
también la tengan; ya sea de éxito, altruismo, belleza o fuerza. Hacemos todo
lo posible para esconder nuestros lados «feos». Quizá, en lo profundo, temamos
que no nos amen si nos conocen realmente.
La
deportación de los israelitas a Babilonia reveló lo peor del pueblo de Dios.
Por su pecado, el Señor permitió que los enemigos los conquistaran. Pero les
dijo que no temieran; que los conocía por nombre y que estaba con ellos en
todas las humillantes pruebas (Isaías 43:1-2). Estaban seguros en sus
manos (v. 13) y eran «de gran estima» para Él (v. 4). A pesar de su fealdad,
Dios los amaba.
No
nos importa tanto que los demás nos aprueben cuando asimilamos esta verdad.
Dios sabe cómo somos y, aun así, sigue amándonos sin medida (Efesios 3:18).27
Señor,
gracias por amarme como soy.
El
profundo amor de Dios significa que podemos ser auténticos con los demás
Nuestro
Pan Diario
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