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martes, 11 de abril de 2017

Pastor de por vida



… Dios […] ha sido mi pastor toda mi vida hasta este día (v. 15 LBLA).
Lectura: Génesis 48:8-16
La Biblia en un año: 1 Samuel 10–12; Lucas 9:37-62
Cuando mi hijo pasó de grado en la escuela, lloró, diciendo: «¡Quiero a mi maestra para siempre!». Tuvimos que ayudarle a darse cuenta de que cambiar de maestra es parte de la vida. Tal vez nos preguntemos: ¿Habrá alguna relación que dure para siempre?
Jacob, el patriarca, descubrió una. Después de vivir muchos cambios drásticos y de perder seres queridos en el camino, se dio cuenta de que había una presencia constante en su vida. Oró: «El Dios […] que ha sido mi pastor toda mi vida […] bendiga a estos muchachos» (Génesis 48:5-16 LBLA).
Jacob había sido pastor, así que comparaba su relación con Dios con la del pastor y sus ovejas. Desde que la oveja nace hasta que es vieja, el pastor la cuida día y noche. La guía durante el día y la protege mientras duerme. David, también un pastor, tenía la misma convicción, pero hizo énfasis en la dimensión eterna al declarar: «en la casa del Señor moraré por largos días» (Salmo 23:6).
Cambiar de maestro es parte de la vida. Pero qué bueno es saber que podemos tener una relación eterna. El Pastor nos ha prometido estar con nosotros todos los días de nuestra existencia terrenal (Mateo 28:20). Y, cuando nuestra vida aquí termine, estaremos más cerca de Él que nunca.
Padre, gracias por ser el Pastor de mi vida. Te alabo por tu fidelidad.
Dios nunca nos abandona.

Corrientes engañosas
… se ensoberbeció su corazón; por esta causa se olvidaron de mí (Oseas 13:6).
Lectura: Deut. 8:11-20
La biblia en un año: 2 Crónicas 32–33; Juan 18:19-40
En su libro The Hidden Brain [El cerebro escondido], el escritor Shankar Vedantam describe un día cuando fue a nadar. El agua estaba calma, y se sentía fuerte y orgulloso de haber recorrido tan fácilmente una gran distancia. Pero, cuando trató de volver, no podía. La corriente lo había engañado: su fácil desplazamiento no se debió a su fuerza, sino al movimiento del agua.
En nuestra relación con Dios puede suceder algo similar. «Seguir la corriente» puede hacer que nos creamos más fuertes de lo que somos. Cuando la vida es fácil, nuestra mente nos dice que se debe a nuestra fuerza, y nos volvemos orgullosos y autosuficientes. Sin embargo, cuando surge algún problema, nos damos cuenta de lo débiles e inútiles que somos.
Esto les sucedió a los israelitas. Dios los bendijo dándoles éxitos militares, paz y prosperidad, pero, como pensaron que lo habían logrado por mérito propio, se volvieron soberbios y autosuficientes (Deuteronomio 8:11-12). Entonces, seguían desobedeciendo, hasta que un enemigo los atacaba y se daban cuenta de lo débiles que eran.
Cuando nos va bien, no debemos engañarnos. El orgullo nos llevará donde no queremos ir. Solo la humildad nos mantendrá con la actitud correcta: agradecidos a Dios y dependiendo de su poder.
La humildad verdadera atribuye a Dios todos los logros.
Nuestro Pan Diario
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