… el
que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de
Jesucristo (v. 6).
Leer:
Filipenses 1:1-11
La
Biblia en un año: 2 Samuel 16–18; Lucas 17:20-37
Durante
tres años consecutivos, mi hijo participó de un recital de piano. El último año
que tocó, lo observé subir los escalones y preparar su partitura. Después de
tocar, se sentó junto a mí y susurró: «Mamá, este año, el piano es más
pequeño». Le contesté: «No, es el mismo piano del año pasado. ¡Tú estás más
grande!».
El
crecimiento espiritual, al igual que el físico, suele darse lentamente. Es un
proceso constante que implica parecerse más a Jesús, y sucede a medida que
somos transformados mediante la renovación de nuestro entendimiento (Romanos
12:2).
Cuando
el Espíritu Santo obra en nosotros, quizá tengamos convicción de pecado y nos
esforcemos por cambiar. A veces, lo logramos, y otras, fracasamos. Si parece
que nada cambia, nos desanimamos. Tal vez consideramos que el fracaso equivale
a una falta de progreso cuando, en realidad, suele probar que estamos en medio
del proceso.
Para
el crecimiento espiritual, hace falta el Espíritu Santo, nuestra voluntad de
cambiar y tiempo. En ciertos momentos de nuestras vidas, quizá miremos
atrás y veamos que crecimos espiritualmente. Que Dios pueda darnos la fe de
seguir adelante y creer que «el que comenzó en [nosotros] la buena obra, la perfeccionará
hasta el día de Jesucristo» (Filipenses 1:6).
Señor,
dame el deseo de crecer espiritualmente.
El
crecimiento espiritual es un proceso.
Las
pequeñas cosas
Toda
buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto… (Santiago 1:17).
Leer:
Salmo 116:1-9
La
Biblia en un año: 2 Samuel 19–20; Lucas 18:1-23
Mi
amiga Gloria nos llamó entusiasmada. No podía salir de su casa, excepto
para ir al médico. Así que entendí su alegría cuando me dijo: «Mi hijo
acaba de conectar parlantes a mi computadora. ¡Ya puedo ir a la iglesia!».
Ahora, podía escuchar la transmisión en vivo de la reunión. No paraba de
hablar de la bondad de Dios y del «mejor regalo que mi hijo podría haberme
dado».
Gloria
me enseña a tener un corazón agradecido. A pesar de sus limitaciones, da
gracias por las pequeñas cosas: los atardeceres, los familiares y vecinos
serviciales, los momentos a solas con Dios, la posibilidad de vivir en su casa.
Dios siempre le proveyó lo que necesitaba, y ella les habla del Señor a todos
los que la visitan o la llaman.
No
sabemos qué dificultades tenía el autor del Salmo 116. Algunos dicen que
probablemente fuera una enfermedad, ya que afirma: «Me rodearon ligaduras de
muerte» (v. 3). Sin embargo, el salmista dio gracias al Señor por ser
misericordioso y compasivo cuando estaba «postrado» (vv. 5-6).
Cuando
estamos postrados, puede ser difícil levantar la mirada. Sin embargo, si lo
hacemos, vemos que Dios es el que nos da todo lo bueno que tenemos, y
aprendemos a darle gracias.
¿Qué
pagaré al Señor por todos sus beneficios para conmigo? […] Te ofreceré
sacrificio de alabanza… Salmo 116:12, 17
Nuestro
Pan Diario
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