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viernes, 28 de abril de 2017

El piano que encogía



… el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo (v. 6).
La Biblia en un año: 2 Samuel 16–18; Lucas 17:20-37
Durante tres años consecutivos, mi hijo participó de un recital de piano. El último año que tocó, lo observé subir los escalones y preparar su partitura. Después de tocar, se sentó junto a mí y susurró: «Mamá, este año, el piano es más pequeño». Le contesté: «No, es el mismo piano del año pasado. ¡Tú estás más grande!».
El crecimiento espiritual, al igual que el físico, suele darse lentamente. Es un proceso constante que implica parecerse más a Jesús, y sucede a medida que somos transformados mediante la renovación de nuestro entendimiento (Romanos 12:2).
Cuando el Espíritu Santo obra en nosotros, quizá tengamos convicción de pecado y nos esforcemos por cambiar. A veces, lo logramos, y otras, fracasamos. Si parece que nada cambia, nos desanimamos. Tal vez consideramos que el fracaso equivale a una falta de progreso cuando, en realidad, suele probar que estamos en medio del proceso.
Para el crecimiento espiritual, hace falta el Espíritu Santo, nuestra voluntad de cambiar y tiempo. En ciertos momentos de nuestras vidas, quizá miremos atrás y veamos que crecimos espiritualmente. Que Dios pueda darnos la fe de seguir adelante y creer que «el que comenzó en [nosotros] la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Filipenses 1:6).
Señor, dame el deseo de crecer espiritualmente.
El crecimiento espiritual es un proceso.

Las pequeñas cosas
Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto… (Santiago 1:17).
Leer: Salmo 116:1-9          
La Biblia en un año: 2 Samuel 19–20; Lucas 18:1-23
Mi amiga Gloria nos llamó entusiasmada. No podía salir de su casa, excepto para ir al médico. Así que entendí su alegría cuando me dijo: «Mi hijo acaba de conectar parlantes a mi computadora. ¡Ya puedo ir a la iglesia!». Ahora, podía escuchar la transmisión en vivo de la reunión. No paraba de hablar de la bondad de Dios y del «mejor regalo que mi hijo podría haberme dado».
Gloria me enseña a tener un corazón agradecido. A pesar de sus limitaciones, da gracias por las pequeñas cosas: los atardeceres, los familiares y vecinos serviciales, los momentos a solas con Dios, la posibilidad de vivir en su casa. Dios siempre le proveyó lo que necesitaba, y ella les habla del Señor a todos los que la visitan o la llaman.
No sabemos qué dificultades tenía el autor del Salmo 116. Algunos dicen que probablemente fuera una enfermedad, ya que afirma: «Me rodearon ligaduras de muerte» (v. 3). Sin embargo, el salmista dio gracias al Señor por ser misericordioso y compasivo cuando estaba «postrado» (vv. 5-6).
Cuando estamos postrados, puede ser difícil levantar la mirada. Sin embargo, si lo hacemos, vemos que Dios es el que nos da todo lo bueno que tenemos, y aprendemos a darle gracias.
¿Qué pagaré al Señor por todos sus beneficios para conmigo? […] Te ofreceré sacrificio de alabanza… Salmo 116:12, 17
Nuestro Pan Diario
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