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sábado, 22 de abril de 2017

El don de dar



Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad… (2 Corintios 9:7).
Lectura: Lucas 3:7-14
La Biblia en un año: 2 Samuel 12–13; Lucas 16
Un pastor le propuso un desafío inquietante a su iglesia: «¿Qué sucedería si le diéramos a alguien necesitado el abrigo que estamos usando?». Entonces, se sacó su propio abrigo y lo colocó al frente de la iglesia. Decenas de otras personas siguieron su ejemplo. Esto fue durante el invierno, así que el viaje a casa no fue muy cómodo ese día. Sin embargo, para muchas personas necesitadas, esto significó un cálido abrazo.
Cuando Juan el Bautista estaba en el desierto de Judea, le hizo una seria advertencia a la multitud que había ido a escucharlo. «¡Oh generación de víboras!», decía. «Haced […] frutos dignos de arrepentimiento» (Lucas 3:7-8). Sobresaltados, le preguntaron: «¿Qué haremos?». Juan les contestó: «El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo» (vv. 10-11). El verdadero arrepentimiento produce un corazón generoso.
Como «Dios ama al dador alegre», las ofrendas nunca tendrían que basarse en la culpa o la presión (2 Corintios 9:7). Pero, cuando damos con libertad y generosidad, descubrimos que, sin duda, es mucho mejor dar que recibir.
Señor, gracias por bendecirnos de tantas maneras. Perdónanos porque muchas veces damos por sentada tu bondad. Muéstranos qué tenemos que podamos usar para bendecir a otros hoy.
… el que saciare, él también será saciado. Proverbios 11:25

Déjate guiar
… el Señor había dicho a Abram: Vete […] a la tierra que te mostraré (v. 1).
Lectura: Génesis 12:1-9
La Biblia en un año: 2 Samuel 9–11; Lucas 15:11-32
Para nuestro aniversario de bodas, mi esposo alquiló una bicicleta tándem para que disfrutáramos de una romántica aventura juntos. Al empezar a pedalear, pronto me di cuenta de que, como yo iba atrás, los amplios hombros de mi esposo eclipsaban mi visión del camino. Además, mi manubrio era fijo y no afectaba la dirección de la bicicleta. El manubrio frontal era el que determinaba nuestra dirección; el mío servía solo para apoyarme. Tenía la opción de sentirme frustrada por mi falta de control o disfrutar del paseo y confiar en que Mike nos guiaría a salvo por el camino.
Cuando Dios le pidió a Abram que dejara su tierra y su familia, no le dio demasiada información respecto al destino. Nada de coordenadas geográficas. Ninguna descripción de la nueva tierra o de sus recursos naturales. Ni siquiera una indicación del tiempo que llevaría llegar allí. Dios simplemente le dijo que fuera a la tierra que le mostraría. La obediencia de Abram a la instrucción divina, a pesar de la falta de detalles que la mayoría de los humanos anhela, se le atribuye como fe (Hebreos 11:8).
Si nos enfrentamos a la incertidumbre o la falta de control en nuestra vida, imitemos el ejemplo de Abram de confiar en Dios y seguirlo. Él nos guiará bien.
Señor, ayúdame a confiar en ti en los momentos inciertos de mi vida.
Podemos confiar en la guía de Dios.
Nuestro Pan Diario

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