… el que bebiere del agua que yo le daré, no
tendrá sed jamás… (v. 14).
Lectura: Juan 4:1-15
La Biblia en un año: Jeremías 24–26; Tito 2
Cuando Dave Mueller extendió su brazo y giró la
llave, el agua comenzó a fluir de la tubería a un balde azul. A su alrededor,
la gente aplaudía celebrando que el agua fresca y limpia llegaba por primera
vez a su comunidad. Tener una fuente de agua potable le cambiaría la vida a
este grupo de kenianos.
Dave y su esposa trabajan arduamente para suplir
las necesidades de la gente con la provisión de agua. Sin embargo, no solo se
ocupan del H2O, sino que también le hablan de Jesucristo.
Hace 2.000 años, un hombre llamado Jesús se detuvo
junto a un pozo en Samaria y habló con una mujer que había ido a ese lugar a
buscar agua para saciar su sed física, pero el Señor le dijo que lo que ella
necesitaba aun más era agua viva para su salud espiritual.
La historia ha avanzado y la humanidad se ha vuelto
más sofisticada, pero la vida sigue dependiendo de la misma verdad: sin agua
potable, morimos. Pero lo más importante es que, sin Jesucristo, la fuente de
agua viva, estamos muertos en nuestros pecados.
El agua es esencial para la vida: en el aspecto
físico, con el H2O; en el espiritual, con Cristo. ¿Ya has probado el agua viva
que provee Jesús, el Salvador?
Señor, gracias por morir por nosotros en la cruz y
resucitar para satisfacer nuestra sed espiritual y darnos vida.
Solamente Jesús tiene el agua viva que apaga la
sed espiritual.
Nunca se agota
… Dios […] nos hizo renacer para […] una
herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible… (vv. 3-4).
Lectura: 1 Pedro 1:3-9
La Biblia en un año: Tito 1
Cuando le pregunté a una amiga que está a punto de
jubilarse qué le asustaba más respecto a la próxima etapa de su vida, dijo: «Quiero
asegurarme de que no se me acabará el dinero». Al día siguiente, mi consultor
financiero me aconsejó sobre cómo evitar quedarme sin dinero. Sin duda, todos
queremos estar seguros de que tendremos los recursos necesarios para el resto
de nuestra vida.
Ningún plan financiero puede garantizarnos
seguridad absoluta en este mundo. Pero hay un plan que va más allá de esta
vida, a un futuro interminable. El apóstol Pedro lo describe así: «Dios […]
según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la
resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible,
incontaminada e inmarcesible» (1 Pedro 1:3-4).
Cuando ponemos nuestra fe en Cristo para que
perdone nuestros pecados, recibimos una herencia eterna mediante el poder de
Dios. Gracias a esta herencia, viviremos para siempre y nunca nos faltará nada.
Si podemos, es una buena idea hacer planes para
jubilarnos. Pero lo más importante es tener una herencia eterna que nunca se
agota… y que solo está disponible por medio de la fe en Cristo Jesús.
Querido Dios, quiero asegurarme la herencia eterna:
pongo mi fe en Cristo para que perdone mis pecados. Amén.
La promesa del cielo es nuestra eternal
esperanza.
Nuestro Pan Diario
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