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sábado, 19 de noviembre de 2016

Telescopio



… Él saca y cuenta su ejército de estrellas; a todas las llama por su nombre… (v. 26 RVC).
Lectura: Isaías 40:21-31
La Biblia en un año: Santiago 1
Preocupado por asuntos del trabajo y del hogar, Mateo decidió salir a caminar. La brisa primaveral era encantadora, mientras el inmenso cielo azul se oscurecía y una espesa niebla descendía lentamente sobre el pantano. Las estrellas comenzaban a brillar, anunciando la salida de la luna llena. La ocasión le resultó sumamente espiritual, y pensó: Dios está allí; Él lo hizo.
Algunos miran el cielo nocturno y solo ven la naturaleza. Otros, un dios tan distante y frío como Júpiter. Pero el mismo Dios que «tiene su trono sobre el arco de la tierra», también «saca y cuenta su ejército de estrellas; a todas las llama por su nombre» (Isaías 40:22, 26). Conoce íntimamente su creación.
Este mismo Dios personal le preguntó a su pueblo: «¿por qué dices que tu camino está oculto para el Señor […], alegas que Dios pasa por alto tu derecho?». Dolido, les recordó cuán sabio es buscarlo: «¿Acaso no sabes, ni nunca oíste decir […]? El Señor […] da fuerzas al cansado, y aumenta el vigor del que desfallece» (vv. 27-29).
Tendemos a olvidar fácilmente a Dios. Nuestros problemas no desaparecerán con una caminata, pero sí podemos descansar y estar seguros de que el Señor obra siempre para cumplir sus buenos propósitos. Dice: «Aquí estoy; yo te hice».
Señor, ayúdame a confiar en ti para lo que no conozco.
Debemos dar a Dios el mismo lugar en nuestro corazón que tiene en el universo.

Amor sin fronteras
Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos (Juan 15:13).
Lectura: Lucas 22:39-46
La Biblia en un año: Hebreos 13
Durante el levantamiento de los bóxer en China, en 1900, los misioneros rodeados en una casa en T’ai Yüan Fu decidieron que la única esperanza de sobrevivir era correr entre la multitud que gritaba que murieran. Ayudados por sus armas, escaparon de la amenaza inmediata. Sin embargo, Edith Coombs, al notar que dos de sus alumnos chinos heridos no habían escapado, volvió. Rescató a uno, pero, al regresar por el otro, tropezó y la mataron.
Mientras tanto, los misioneros de Hsin Chou habían escapado y estaban escondidos. Ho Tsuen Kwei, un amigo chino que los acompañaba, fue capturado cuando buscaba un camino para que ellos escaparan, y lo mataron por negarse a revelar dónde estaban.
Edith y Tsuen son ejemplos de un amor que sobrepasa lo cultural y nacional. Su sacrificio nos recuerda la gracia y el amor ilimitados de nuestro Salvador.
Mientras Jesús esperaba que lo arrestaran y ejecutaran, oró con fervor: «Padre, si quieres, pasa de mí esta copa». Pero concluyó ese ruego con una decidida muestra de valentía, amor y sacrificio: «pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lucas 22:42). Su muerte y resurrección hicieron posible que podamos vivir eternamente.
Señor, que nuestro amor unos por otros sea un testimonio al mundo de la unidad que tenemos en ti, y que deseen conocerte también.
Solo la luz del amor de Cristo puede disipar la oscuridad del odio.
Nuestro Pan Diario
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