Aun en
la vejez fructificarán… (v. 14).
Lectura: Salmo 92:12-15
La Biblia
en un año: 1 Pedro 4
Una vez,
encontré un dicho popular sobre la pesca en una obra del siglo II a.C. del
escritor griego Eliano: «Entre Berea y Tesalónica corre un río llamado Astreo.
[…] hay en él peces [truchas] de un color moteado». Luego, describe un «cebo
para los peces, […] que apela a una inteligente astucia. Cubren el anzuelo con
lana purpúrea y encajan en la lana dos plumas […]. Sueltan los pescadores el
engaño, y el pez, atraído y excitado por el color, […] imaginando […] un
prodigioso banquete, abre la boca ampliamente» (Historia de los animales).
Hoy, los
pescadores siguen usando este cebo llamado pluma roja. Descrito por primera vez
hace más de 2.200 años, sigue utilizándose como un ardid para atrapar truchas.
Cuando leí
esa obra, pensé: No todo lo viejo está pasado de moda; en especial, las
personas. Si con una vejez de satisfacción y alegría mostramos a los demás la
plenitud de Dios, seremos útiles hasta el final. En lugar de enfocarnos en
problemas de salud y en el pasado, podemos disfrutar la paz y el ánimo de
haber envejecido con el Señor. «Plantados en la casa del Señor, en los atrios
de nuestro Dios florecerán. Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y
verdes» (Salmo 92:13-14).
Señor,
gracias porque vejez no significa inutilidad.
A medida que los años se van acumulando, la
fidelidad de Dios sigue aumentando.
No enviar
El que
quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios
no hablen engaño (v. 10).
Lectura: 1 Pedro 3:8-12
La Biblia
en un año: 1 Pedro 3
¿Alguna vez
mandaste un email y, de pronto, te diste cuenta de que había ido a la persona
equivocada o que contenía palabras duras e hirientes? ¡Si tan solo pudieras
presionar una tecla y detenerlo! Bueno, ahora puedes hacerlo. Varias compañías
ofrecen una opción que te da un tiempo breve después de enviar un correo para
detenerlo antes de que salga de tu ordenador. Después de eso, el email es como
una palabra dicha que no puede retractarse. En lugar de considerarse una
solución, esta opción de «no enviar» debería recordarnos la enorme importancia
de cuidarnos en lo que decimos.
En su
primera carta, el apóstol Pedro les decía a los seguidores de Jesús: «no
devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario,
bendiciendo […]. Porque: El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene
su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño; apártese del mal, y haga el
bien; busque la paz, y sígala» (1 Pedro 3:9-11).
El salmista
David escribió: «Pon guarda a mi boca, oh Señor; guarda la puerta de mis
labios» (Salmo 141:3). Esta es una buena oración para empezar cada día y en
toda situación en que queramos contraatacar con palabras.
Señor,
ayúdame a cuidar mi corazón para controlar mi lengua, y mis palabras para no
herir a los demás. Y en humildad, a saber pedir perdón.
La muerte y la vida están en poder de la lengua.
Proverbios 18:21
Nuestro Pan
Diario
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