La muerte y la vida están en poder de la lengua…
(Proverbios 18:21).
Lectura: Efesios 4:25-32
La Biblia en un año: Santiago 3
Emilia escuchaba mientras unos amigos hablaban de
sus costumbres para la fiesta de Acción de Gracias. Uno explicó: «Uno por uno,
decimos por qué estamos agradecidos». Otro mencionó: «Aunque mi padre tenía
demencia senil, su oración de gratitud al Señor era clara». Y otro compartió:
«Nosotros cantamos juntos, ¡y mi abuela nunca para de cantar!». Emilia sintió
celos y tristeza al pensar en su familia, y se quejó: «Nuestra costumbre es
comer, mirar televisión y no mencionar a Dios ni dar gracias por nada».
En ese momento, se sintió mal por su actitud y se
preguntó: Tú eres parte de esa familia. ¿Qué te gustaría hacer para cambiar ese
día? Entonces, decidió decirle a cada uno que daba gracias al Señor porque eran
su hermana, sobrina, hermano o sobrina nieta. Llegó el día y así lo hizo, y
todos se sintieron amados. Fue difícil porque no era habitual conversar así en
familia, pero se sintió muy feliz de decirles que los amaba.
El apóstol Pablo escribió: «No salga de vuestra
boca ninguna palabra mala, sino sólo la que sea buena para edificación, según
la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan (Efesios
4:29 LBLA). Nuestras palabras de agradecimiento pueden recordarles a otros cuánto
valen para nosotros y para Dios.
Señor, muéstrame cómo puedo alentar a otros con mis
palabras.
El espíritu humano se llena de esperanza con el
sonido de una palabra alentadora.
Fe sacrificial
Bienaventurados los que padecen persecución por
causa de la justicia… (Mateo 5:10).
Lectura: Hch. 6:8-15; 7:59-60
La Biblia en un año: Santiago 2
Es domingo por la tarde y estoy sentada en el
jardín de nuestra casa, cerca de la iglesia donde mi esposo es pastor. En el
aire, flotan melodías de alabanza y adoración en idioma farsi, ya que una
vibrante congregación de creyentes iraníes se reúne en nuestra iglesia
londinense. Su pasión por Cristo nos conmueve cuando comparten cómo fueron
algunos perseguidos y otros, como el hermano del pastor, martirizados por
su fe. Siguen los pasos de Esteban, el primer mártir cristiano.
Esteban, uno de los primeros líderes de la iglesia
primitiva, atraía la atención en Jerusalén al hacer «grandes prodigios y
señales» (Hechos 6:8), y fue llevado ante las autoridades judías. Antes de
describir la dureza del corazón de sus acusadores, presentó una apasionada
defensa de su fe. Pero, en vez de arrepentirse, ellos «se enfurecían en sus
corazones, y crujían los dientes contra él» (7:54). Entonces, lo sacaron de la
ciudad y lo apedrearon mientras él oraba para que fueran perdonados.
Las historias de Esteban y de los mártires actuales
nos recuerdan que el mensaje de Cristo puede ser brutalmente resistido. Si
nunca nos persiguieron por nuestra fe, oremos por la iglesia perseguida en el
mundo y sirvamos fielmente a Aquel que sufrió tanto más por nosotros.
Señor, fortalece y consuela a los creyentes
perseguidos.
Que hallemos gracia para caminar en los pasos
del Maestro.
Nuestro Pan Diario
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