Yo soy el pan de vida (v. 48).
Lectura: Juan 6:34-51
La Biblia en un año: Hebreos 9
Vivo en una pequeña ciudad mejicana donde todas las
mañanas y las tardes puede escucharse un grito distintivo: «¡Paaan!». Un hombre
en una bicicleta, con una canasta enorme, ofrece una gran variedad de panes
frescos, dulces y salados. Antes, yo vivía en una ciudad más grande, donde
tenía que ir a comprar pan a la panadería, pero ahora, disfruto de que me lo
traigan fresco a mi casa.
Pasando de la idea del alimento físico al hambre
espiritual, pienso en las palabras de Jesús: «Yo soy el pan vivo que descendió
del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre» (Juan 6:51).
Alguien dijo que evangelizar consiste en que un
mendigo le dice a otro dónde encontrar pan. Muchos podemos afirmar: «Antes,
estaba espiritualmente hambriento, muriéndome de hambre a causa de mis pecados.
Entonces, escuché la buena noticia. Alguien me dijo dónde encontrar pan: en
Jesús. ¡Y mi vida cambió!».
Ahora tenemos el privilegio y la responsabilidad de
guiar a otros a este Pan de vida. Podemos hablar de Jesús en nuestro barrio,
lugar de trabajo, escuela y sitios de recreo; en la sala de espera, el autobús
o el tren, y aprovechar también las amistades para comunicar la buena nueva.
Jesús es el Pan de vida. Demos a todos la gran
noticia.
Señor, quiero testificar de ti en todas partes.
Comparte el Pan de vida dondequiera que estés.
Ver bien
Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os
mando (v. 14).
Lectura: Juan 15:12-17
La Biblia en un año: Hebreos 8
Ringo parece un perro fuerte; grande, musculoso,
con pelo grueso, ¡y pesa más de 45 kilos! Aun así, su dueño lo lleva a hogares
de ancianos y a hospitales para hacerlos sonreír.
Una vez, una niña de cuatro años lo vio y quiso
acariciarlo, pero tenía miedo de acercarse. Al final, su curiosidad superó su
temor, y pasó un rato hablándole y tocándolo. Así descubrió que, aunque era
fuerte, también era manso.
Esta combinación de cualidades me recuerda lo que
dice el Nuevo Testamento sobre Jesús: era accesible, ya que recibía a los niños
(Mateo 19:13-15); fue amable con una desesperada mujer adúltera (Juan 8:1-11);
y tuvo compasión al enseñar a las multitudes (Marcos 6:34). Al mismo tiempo, su
poder era asombroso: ¡la gente miraba boquiabierta cuando Él echó demonios,
calmó tormentas y resucitó muertos! (Marcos 1:21-34; 4:35-41; Juan 11).
Nuestra manera de ver a Jesús determina cómo nos
relacionamos con Él. Si nos enfocamos solo en su poder, podemos adorarlo de
manera distante, como si fuera un superhéroe de historietas. O, si exageramos
en cuanto a su bondad, corremos el riesgo de ser irrespetuosos. Lo cierto es
que Jesús combina ambas cosas: es lo suficientemente grande como para que lo
obedezcamos y humilde como para llamarnos amigos.
Señor, gracias por ser como eres y por conocerte.
Nuestra manera de relacionarnos con Cristo
muestra lo que pensamos de Él.
Nuestro Pan Diario
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