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sábado, 5 de noviembre de 2016

Amor en acción



Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad… (2:3).
La Biblia en un año: Hebreos 2
«¿Tiene alguna prenda que le gustaría que le lave?», le pregunté a alguien que nos visitaba en Londres. Se le iluminó el rostro y, cuando se acercó su hija, le dijo: «Trae la ropa sucia. ¡Amy la va a lavar!». Me sonreí al ver que mi ofrecimiento había pasado de unas pocas prendas a varios montones.
Más tarde, mientras colgaba la ropa al aire libre, me vino a la mente una frase de mi lectura bíblica matinal: «con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a [uno] mismo» (Filipenses 2:3). Había estado leyendo la carta de Pablo a los filipenses, donde los exhorta a vivir a la altura del llamado de Cristo, sirviendo y estando unidos los unos con los otros. Enfrentaban persecución, pero el apóstol quería que tuvieran un mismo sentir. Sabía que esa unidad, fruto de su unión con Cristo y expresada en el servicio mutuo, les permitiría mantenerse fuertes en la fe.
Podemos afirmar que amamos a los demás sin ambiciones egoístas ni vana arrogancia, pero la verdadera condición de nuestro corazón solo se revela cuando ponemos en práctica ese amor. Aunque estuve tentada a quejarme, sabía que, como seguidora de Cristo, mi llamado era a poner en práctica mi amor a mis amigos… con un corazón limpio.
Señor, muéstrame formas de servir a familiares, amigos y vecinos para tu gloria.
La gracia de la unidad resulta del servicio mutuo.

Conquistador poderoso
… Mi reino no es de este mundo… (v. 36).
La Biblia en un año: Hebreos 1
Casi todos esperamos buenos gobiernos. Votamos, trabajamos y hablamos por causas que consideramos justas. Sin embargo, las soluciones políticas no tienen poder para cambiar nuestro corazón.
Muchos de los seguidores de Jesús esperaban la llegada de un Mesías que enfrentaría con un enérgico poder político a Roma y su agobiante opresión. Pedro no era la excepción. Cuando los soldados romanos fueron a arrestar a Jesús, sacó su espada y le cortó la oreja al siervo del sumo sacerdote.
Jesús lo detuvo, diciéndole: «Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?» (Juan 18:11). Horas después, le diría a Pilato: «Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos» (v. 36).
Cuando reflexionamos en el alcance de su misión, nos asombra el equilibrio de Jesús en aquel momento, ya que, un día, Él liderará a los ejércitos del cielo a la batalla. Juan escribió: «con justicia juzga y pelea» (Apocalipsis 19:11).
No obstante, al enfrentar la experiencia terrible de su arresto, juicio y crucifixión, Jesús aceptó la voluntad de su Padre y puso en marcha una serie de eventos que transforman el corazón. Así, nuestro Conquistador poderoso venció la muerte.
Señor, dame sabiduría para controlar mis reacciones.
El verdadero autocontrol no es debilidad, ya que surge de una auténtica fortaleza.
Nuestro Pan Diario
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