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miércoles, 23 de noviembre de 2016

¡Bienvenidos todos!



No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento (v. 32).
Lectura: Lucas 5:27-32
La Biblia en un año: 1 Tesalonicenses 1
La noche en que proyectaríamos una película en la iglesia y por la que habíamos orado tanto había llegado. Se habían colocado anuncios por todo el pueblo, y las pizzas ya estaban en el horno. Esteban, el pastor de jóvenes, esperaba que ese filme sobre las pandillas en Nueva York incentivara a los jóvenes a evangelizar a esos grupos, pero se había olvidado de que televisaban un partido de fútbol y que asistiría poca gente. Cuando iba a comenzar la película, llegaron cinco motociclistas, todos vestidos de cuero. Esteban se puso pálido.
El líder de los motociclistas lo miró y preguntó: «Es gratis y para todos, ¿no?». Esteban respondió: «Solo para miembros del club». El motociclista tomó un brazalete con las letras QHJ (¿Qué haría Jesús?) y se lo dio. Avergonzado, Esteban los hizo pasar.
¿Alguna vez te pasó algo así? Deseas compartir la buena noticia de Jesús, pero tienes una lista mental de las personas «aceptables» para hablarles. Los líderes religiosos solían criticar a Jesús por reunirse con ciertas personas. Sin embargo, Él recibía de buena gana a todos los que el resto de la sociedad evitaba, porque sabía que eran quienes más lo necesitaban (Lucas 5:31-32).
Señor, ayúdame a ver a las personas a través de tus ojos de amor y a aceptar a todos los que pones en mi camino.
Un corazón abierto a Cristo se abrirá también a aquellos que Él ama.

¡Cuidado!
… Le hace honor a su nombre, y siempre ha sido un imprudente… (v. 25).
Lectura: 1 Samuel 25:1-12
La Biblia en un año: Colosenses 4
Las siguientes advertencias se han encontrado en algunos productos:
«Sacar al niño antes de cerrarlo». (Coche de bebé).
«No suministrar oxígeno». (Máscara contra el polvo).
«No operar manos libres mientras conduzca». (Artefacto para teléfonos móviles llamado «Conduzca y hable»).
«Este producto se mueve al usarlo». (Motocicleta).
Una etiqueta de advertencia apropiada para el acaudalado Nabal podría haber sido: «Un tonto es el que hace tonterías» (ver 1 Samuel 25). Sin duda, actuó con imprudencia cuando le habló a David, quien, mientras huía de Saúl, lo había ayudado con sus ovejas, pero que ahora había enviado a diez de sus hombres para pedirle comida (vv. 4-8).
La respuesta de Nabal fue más que descortés: «¿Quién es David […]? ¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua, y la carne […], y darla a hombres que no sé de dónde son?» (vv. 10-11). Violó el código de hospitalidad de la época al no invitarlo a la celebración, insultarlo, faltarle el respeto y, en esencia, robarle al no pagarle por su trabajo.
En realidad, todos tenemos un poco de Nabal, ya que, a veces, somos imprudentes. La única solución es confesar a Dios este pecado. Él nos perdonará y nos enseñará cómo ser sabios.
Señor, dame un corazón íntegro, compasivo y sin egoísmo.
La sabiduría de Dios eclipsa nuestro egocentrismo.

Un cambio de corazón
Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso (v. 36).
Lectura: Lucas 6:27-36
La Biblia en un año: Colosenses 3
Cuando terminó la Guerra Civil Norteamericana, los soldados de la Unión estaban parados a ambos lados de un camino por donde marcharían los soldados derrotados de la Confederación. Una palabra equivocada o una actitud beligerante podían convertir la largamente anhelada paz en una matanza. En un acto tanto notable como conmovedor, ¡un oficial de la Unión ordenó a su tropa saludar al enemigo! Ni burlas ni insultos; solo armas en alto en señal de respeto.
Las palabras de Jesús sobre el perdón, en Lucas 6, ayudaron a entender la diferencia entre las personas perdonadas por gracia y las impías. Los perdonados deben distinguirse de los demás, haciendo lo que se considera imposible: perdonar y amar a sus enemigos. Jesús dijo: «Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso» (v. 36).
Imagina el impacto sobre nuestros compañeros de trabajo y nuestros parientes si abrazáramos este principio. La gracia de Cristo reflejada en nosotros tiene un poder sorprendente. La Biblia nos lo muestra en el abrazo de Esaú a su hermano (Génesis 33:4), en el arrepentimiento de Zaqueo (Lucas 19:1-10) y en el padre que corre a saludar a su hijo perdido (Lucas 15).
Por la gracia de Cristo, terminemos hoy con la amargura y las peleas con nuestros enemigos.
Señor, ayúdame a perdonar.
Casi siempre, el enojo se desvanece frente a la gracia.
Nuestro Pan Diario

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