Estad quietos, y conoced que yo soy Dios (Salmo
46:10).
Lectura: Mateo 11:25-30
La Biblia en un año: Gálatas 5
Mientras asistía a un concierto, mi mente se desvió
a un asunto que me preocupaba y me distraía. Felizmente, la distracción terminó
pronto, cuando las palabras de un hermoso himno comenzaron a penetrar
profundamente en mi ser. Un grupo de hombres cantó a capella un himno que
hablaba de la paz de Dios para el alma del creyente. Los ojos se me llenaron de
lágrimas mientras escuchaba esas palabras y contemplaba el pacífico reposo que
solo Él puede dar.
Cuando Jesús denunció a las ciudades que no se
habían arrepentido y donde Él había hecho la mayoría de sus milagros (Mateo
11:20-24), aun así, tuvo palabras de consuelo para los que quisieran acudir a
Él: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados […]; aprended de mí,
que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas»
(vv. 28-29).
¡Qué palabras tan sorprendentes! Inmediatamente
después de sus enérgicas palabras a aquellos que lo rechazaban, Jesús extendió
una invitación a todos a ir a Él para encontrar la paz que todos anhelamos.
Jesucristo es el único que puede calmar nuestras almas inquietas y cansadas.
Señor, vengo a ti ahora con necesidad de descanso
para mi corazón. Ayúdame a confiar en ti y en tu amor.
Cuando mantenemos nuestra mente puesta en Jesús,
Él la mantiene en paz.
Palabras que importan
Lo que era desde el principio […] tocante al
Verbo de vida […] os anunciamos (v. 1).
Lectura: 1 Juan 1:1-4
La Biblia en un año: Gálatas 4
En mis inicios como editor de Nuestro Pan Diario,
elegía el versículo para la portada del librito mensual. Luego, comencé a
preguntarme si eso tenía importancia.
Poco después, una lectora escribió, diciendo que
había orado por su hijo por más de 20 años, pero que él no tenía ningún interés
en Jesús. Un día, fue a verla y leyó el versículo de la portada del librito. El
Espíritu usó esas palabras para convencerlo de pecado, y aceptó a Jesús como
Salvador en ese momento.
No recuerdo el versículo ni el nombre de la mujer.
Sin embargo, nunca olvidaré la claridad del mensaje de Dios para mí ese día.
Casi un año antes, Él había escogido un texto bíblico para responder las
oraciones de una madre. Desde el más allá, aplicó la maravilla de su presencia
a mi trabajo y a sus palabras.
Juan llamó a Jesús el «Verbo de vida» (1 Juan 1:1).
Quería que todos supieran lo que eso significaba. «Os anunciamos la vida
eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó», escribió de Jesús (v.
2). «Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros
tengáis comunión con nosotros» (v. 3).
No hay nada mágico en poner palabras en un papel.
Pero sí hay poder en las palabras de la Escritura, que transforman la vida,
porque ellas nos señalan al Verbo de vida: Jesús.
Señor, háblame hoy por tu Palabra.
Las palabras que nos señalan a Cristo son
siempre palabras que importan.
Nuestro Pan Diario
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