Velad, pues, porque no sabéis el día ni la
hora (v. 13).
Lectura: Mateo 25:1-13
La Biblia en un año: 2 Corintios 5
«T engo hambre», dijo mi hija de 8 años. «Lo siento
—le dije—, pero no tengo nada para que comas. Juguemos a algo». Habíamos estado
esperando por más de una hora la llegada de la novia a la iglesia. Se suponía
que la boda sería al mediodía. Mientras me preguntaba cuánto tiempo más habría
que aguardar, esperaba mantener a mi hija ocupada hasta que comenzara la
ceremonia.
Sentí como si estuviéramos viviendo una parábola.
Nuestra casa está a pocos pasos de la iglesia, pero sabía, que si iba a buscar
unas galletas, la novia podría llegar en cualquier momento y yo no podría verla
cuando entrara. Mientras empleaba varias técnicas de distracción con mi hija,
pensé en la parábola sobre las diez vírgenes (Mateo 25:1-13). Cinco llegaron
preparadas con suficiente aceite para mantener encendidas sus lámparas mientras
esperaban al novio, pero cinco no. Así como era muy tarde para que yo fuera
hasta nuestra casa, también era tarde para que las jóvenes fueran a comprar más
aceite para sus lámparas.
Jesús contó esta parábola para enfatizar que
debemos estar preparados porque, cuando Él vuelva, rendiremos cuentas de cómo
está nuestro corazón. ¿Estamos esperando preparados?
¿Cómo esperas el regreso de Jesús? ¿Has dejado algo
sin hacer que podrías haber realizado hoy?
Tenemos que estar preparados para cuando Cristo
venga otra vez.
Oración de Emergencia
Sé para mí una roca de refugio, adonde recurra
yo continuamente (v. 3).
Lectura: Salmo 71:1-12
La Biblia en un año: 2 Corintios 4
El 11 de septiembre de 2001, Stanley Praimnath
estaba trabajando en el piso 81 del World Trade Center, cuando vio un avión que
se dirigía directamente hacia él. Stanley hizo una rápida oración mientras se
lanzaba bajo un escritorio para protegerse: «¡Señor, no puedo hacer
nada!¡Encárgate tú!».
El terrible impacto del avión atrapó a Stanley
detrás de una pared de escombros. Mientras oraba y gritaba pidiendo ayuda,
Brian Clark, un trabajador de otra oficina, escuchó y respondió. Abriéndose
paso a través de los escombros y la oscuridad, los dos pudieron descender 80
tramos de escaleras hasta la planta baja y salir.
Cuando enfrentaba amenazas terribles, David le
pedía ayuda a Dios. Quería estar seguro de su cercanía al enfrentar enemigos en
la batalla. En una petición sincera, David exclamó: «Sé para mí una roca de
refugio, adonde recurra yo continuamente. Oh Dios, no te alejes de mí; Dios
mío, acude pronto en mi socorro» (Salmo 71:3, 12).
No tenemos la promesa de que siempre seremos
liberados de todas las situaciones difíciles que enfrentemos. No obstante,
podemos estar seguros de que Dios escucha nuestras oraciones y de que camina a
nuestro lado en medio de todo.
Para todo lo que se presente en mi camino, te
ruego, Señor, que acudas en mi ayuda. Sin ti, no soy capaz de atravesar nada.
«La cercanía a Dios es nuestra seguridad
consciente. Un niño en la oscuridad es reconfortado por la mano de su padre».
—Charles H. Spurgeon
Nuestro Pan Diario
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