… si algo [es] digno de alabanza, en esto
pensad… (v. 8).
Lectura: Filipenses 4:4-9
La Biblia en un año: 2 Corintios 11:16-33
Me encanta el huevo roti prata, un panqueque
popular en mi país, Singapur. Por eso, me llamó la atención leer que una
persona de 57 kilos debe correr a 8 kilómetros por hora durante 30 minutos para
quemar 240 calorías. Eso equivale a un solo huevo roti prata.
Desde que empecé a ir al gimnasio, esos números han
adquirido un nuevo significado para mí, y suelo preguntarme: ¿Vale la pena esta
comida con tantas calorías?
Aunque es sabio vigilar nuestra alimentación, es
aun más importante vigilar nuestro consumo de los medios. Estudios demuestran
que lo que vemos permanece en nuestra mente mucho tiempo e influye en nuestra
conducta. Tienen un «efecto pegajoso»; como esa obstinada grasa en el cuerpo,
tan difícil de perder.
Ante la variedad de contenidos en los medios,
debemos ser consumidores prudentes. No significa leer o ver solo literatura y
películas cristiana, sino ser cuidadosos con lo que vemos. Podemos
preguntarnos: ¿Vale la pena dedicarles tanto tiempo?
En Filipenses 4:8, Pablo nos dice algo así:
Alimenta tus ojos y tu mente con cosas verdaderas, nobles, justas, puras,
amables, de buen nombre, virtuosas y dignas de alabanza. Esta es una
«dieta» digna de lo que Cristo ha hecho y está haciendo en nosotros.
¿Mis hábitos televisivos mejoran mi vida o me
alejan de lo realmente importa?
«La mente se forma por lo que entra en ella».
—Will Durant
Preparativos
Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra
vez, y os tomaré a mí mismo… (v. 3).
Lectura: Juan 14:1-6
La Biblia en un año: 2 Corintios 11:1-15
Mientras veíamos el cuerpo de mi suegro en su ataúd
en la funeraria, uno de sus hijos puso el martillo de su padre al lado de sus
manos. Años después, cuando murió mi suegra, uno de sus hijos deslizó un par de
agujas de tejer entre sus dedos. Esos tiernos gestos nos reconfortaron, al
recordar la frecuencia con que ellos habían usado esos instrumentos durante sus
vidas.
Sabíamos, por supuesto, que no iban a necesitar
esas cosas en la eternidad. No teníamos la idea falsa de los antiguos egipcios,
quienes creían que objetos, dinero o armas enterradas con alguien lo prepararían
para la vida siguiente. ¡No podemos llevarnos nada! (Salmo 49:16-17; 1 Timoteo
6:7).
Sin embargo, mis suegros habían necesitado cierta
preparación para la eternidad, que llegó años antes cuando confiaron en Jesús
como su Salvador. Los preparativos para la vida futura no pueden comenzar
cuando morimos. Cada persona debe preparar su corazón, aceptando el regalo
de la salvación que se hizo posible por el sacrificio de Jesús en la cruz.
Dios también ha hecho preparativos: «Vendré otra
vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis»
(Juan 14:3). El Señor ha prometido prepararnos un lugar para que vivamos
eternamente con Él.
Padre, estamos agradecidos porque tendremos un
lugar contigo un día.
Dios nos da tiempo para prepararnos para la
eternidad.
Nuestro Pan Diario
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