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jueves, 8 de septiembre de 2016

Llevar luz a la oscuridad



Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que […] glorifiquen a vuestro Padre… (Mateo 5:16).
Lectura: Juan 1:1-8
La Biblia en un año: Romanos 15:14-33
En 1989, Vaclav Havel pasó de ser prisionero político a convertirse en el primer presidente electo de Checoslovaquia. Años después, en su funeral en Praga, en 2011, la ex Secretaria de Estado de los Estados Unidos, Madeleine Albright, nacida en Praga, lo describió como alguien que había «llevado la luz a sitios de profunda oscuridad».
Lo que Havel hizo generando luz en el ámbito político en lo que actualmente se conoce como República Checa, nuestro Señor Jesús lo hizo por el mundo entero. Él generó la luz cuando la creó a partir de la oscuridad en el amanecer de los tiempos (Juan 1:2-3; comp. Génesis 1:2-3). Más tarde, al nacer, trajo luz a la esfera espiritual. Jesucristo es la vida y la luz que la oscuridad no puede derrotar (Juan 1:5).
Juan el Bautista salió del desierto para dar testimonio de Jesús, la luz del mundo. Nosotros podemos hacer lo mismo hoy. En realidad, es lo que el Señor nos dijo que hiciéramos: «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mateo 5:16).
En este mundo —donde lo bueno suele considerarse malo y lo malo bueno, y donde la verdad y el error se invierten—, la gente busca hacia dónde ir. Reflejemos la luz de Cristo en nuestro entorno.
— C. P. Hia
Señor, ayúdame a ser una luz en este mundo oscuro.
¡Brilla con la Luz!

El legado de una vida
De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas… (v. 1).
La Biblia en un año: Romanos 15:1-13
Mientras me hospedaba en un hotel de un pequeño pueblo, noté que había movimiento en la iglesia al otro lado de la calle. La gente estaba apretujada dentro del edificio, en tanto que otro grupo de jóvenes y ancianos llenaba la acera. Cuando vi un coche fúnebre en la esquina, me di cuenta de que era un funeral. Como había tanta gente, supuse que se trataba de algún héroe local; quizá un empresario acaudalado o alguien famoso. Por curiosidad, le dije al empleado del hotel: «¡Cuántos concurrentes para un funeral! Seguro que es alguien muy conocido del pueblo».
«No —respondió—. No era ni rico ni famoso; era un buen hombre».
Eso me trajo a la mente el sabio proverbio: «De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas» (Proverbios 22:1). Es una buena idea pensar en el tipo de legado que les dejaremos a nuestros familiares, amigos y vecinos. Desde la perspectiva de Dios, lo importante no es nuestro currículo ni la cantidad de dinero que hemos acumulado, sino la clase de vida que hemos llevado.
Cuando un amigo mío falleció, su hija escribió: «Este mundo ha perdido a un hombre justo; ¡en este mundo, eso no es poca cosa!». Esta clase de legado es lo que deberíamos procurar dejar para la gloria de Dios.
Señor, ayúdame a vivir de una manera que te agrade y que honre tu nombre.
Vive de tal manera que el legado de tu vida glorifique a Dios.
Nuestro Pan Diario

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