A
todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid,
comprad y comed… (v. 1).
Lectura:
Isaías 55:1-7
La
Biblia en un año: Lucas 6:1-26
Hace
un tiempo, en una misma semana, recibí varias invitaciones por email. Deseché
de inmediato los correos donde me invitaban a asistir a seminarios «gratis»
sobre retiro laboral, propiedades y seguros de vida. Pero la invitación a una
reunión en honor a un amigo de años hizo que contestara al instante: «¡Sí!
¡Acepto!». Invitación + Deseo = Aceptación
Isaías
55:1 es una de las grandes invitaciones de la Biblia. El Señor le dijo a su
pueblo en dificultades: «A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no
tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio,
vino y leche». Esta es la oferta más maravillosa de Dios de alimento para el
alma, profunda satisfacción espiritual y vida eterna (vv. 2-3).
La
invitación de Jesús se repite en el último capítulo de la Biblia: «Y el
Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed,
venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente» (Apocalipsis
22:17).
A
menudo, pensamos que la vida eterna empieza cuando uno muere. Pero, en
realidad, comienza cuando recibimos a Jesucristo como nuestro Salvador y Señor.
¡La
invitación de Dios a encontrar vida eterna en Él es la más importante de todas!
Invitación + Deseo = Aceptación.
Jesús,
reconozco mis pecados y te acepto como mi Salvador.
Cuando
aceptamos la invitación de Jesús a seguirlo, toda nuestra vida cambia de
dirección.
Vida
y muerte
Yo
voy a morir; mas Dios ciertamente os visitará, y os hará subir de esta tierra…
(v. 24).
Lectura:
Génesis 50:22-26
La
Biblia en un año: Lucas 5:17-39
Nunca
voy a olvidar haber estado sentada al lado de la cama del hermano de mi amiga
cuando él murió. La sensación fue de que lo extraordinario visitaba lo común y
corriente. Éramos tres los que conversábamos en voz baja cuando nos dimos
cuenta de que Richard empezaba a tener dificultades para respirar. Lo rodeamos,
mirándolo, esperando y orando. Cuando exhaló su último aliento, fue como un
momento sagrado; la presencia de Dios nos envolvió en medio de las lágrimas
tras la muerte de un hombre maravilloso de poco más de 40 años de edad.
Muchos
héroes que compartían nuestra fe experimentaron la fidelidad de Dios cuando
murieron. Por ejemplo, Jacob anunció que, en breve, se reuniría con los suyos
(Génesis 49:29-33). Su hijo, José, mientras daba instrucciones a sus hermanos
sobre cómo permanecer firmes en la fe, también anticipó que moriría pronto: «Yo
voy a morir». Al parecer, tenía paz, pero estaba ansioso de que sus hermanos
confiaran en el Señor (50:24).
Nadie
sabe cuándo ni cómo dará su último aliento, pero podemos pedirle a Dios que nos
ayude a confiar en que Él estará a nuestro lado. Podemos tener la certeza de
que Jesús está preparando un lugar para nosotros en la casa de su Padre (Juan
14:2-3).
Señor,
que tu poder sobre la muerte y la esperanza del cielo sequen mis lágrimas.
El
Señor nunca nos abandonará; en especial, en el momento de nuestra muerte.
Nuestro
Pan Diario
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