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viernes, 17 de marzo de 2017

Brazos abiertos



Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos (v. 23).
Lectura: Salmo 139:17-24
La Biblia en un año: Deuteronomio 23–25; Marcos 14:1-26
El día que mi esposo y yo empezamos nuestra travesía de cuidar a nuestros padres ancianos, fue como tomarnos del brazo y sentir que estábamos cayendo por un precipicio. No sabíamos que, durante ese proceso, la tarea más difícil sería permitir que Dios examinara y moldeara nuestros corazones a fin de usar ese tiempo especial para que aprendiéramos nuevas maneras de ser como Él.
Los días en que sentía que me hundía en la tierra en una descontrolada caída libre, Dios me mostraba mis prioridades, mis reservas, mis miedos, mi orgullo y mi egoísmo. Utilizó mis grietas para mostrarme su amor y su perdón.
El pastor de mi iglesia dice: «El mejor día es aquel en que ves quién eres en realidad: alguien desesperado sin Cristo. Luego, te ves como Cristo te ve: completo en Él». Esta fue la bendición que experimenté al cuidar a mis padres. Cuando veía para qué me había creado Dios, corría llorando hacia sus brazos, y clamaba con el salmista: «Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos» (Salmo 139:23).
Esta es mi oración por ti: que, al verte en medio de tus circunstancias, corras hacia los brazos abiertos, amorosos y perdonadores de Dios.
Señor, necesito tu amor, sabiduría y gracia. Examina, conoce y sana mi corazón.
Cuando la preocupación se instala, las fuerzas se van; pero estas vuelven cuando corremos hacia Dios

Dos retratos
… ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo (v. 22).
Lectura: Juan 16:19-24
La Biblia en un año: Marcos 8:22-38
L a orgullosa abuela sostenía con fuerza dos fotografías mientras las mostraba a sus amigos en la iglesia. Una era de su hija, en Burundi, África. La otra, de su nieto recién nacido. Sin embargo, la hija no sostenía al bebé, ya que había muerto al dar a luz.
Una amiga se acercó y miró las fotos. Tomó entre sus manos el rostro de aquella querida abuela… y lo único que pudo decir entre lágrimas fue: «Te entiendo, te entiendo».
Y, sí, la entendía. Hacía dos meses, había sepultado a su hijo.
Hay algo especial en el consuelo de quienes han experimentado el mismo dolor. Entienden. Antes de ser arrestado, Jesús advirtió a sus discípulos: «De cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará». Pero, de inmediato, los consoló: «pero […] vuestra tristeza se convertirá en gozo» (Juan 16:20). Horas más tarde, los discípulos quedarían devastados, pero, poco después, su agobiante tristeza se transformó en un gozo inimaginable cuando lo vieron vivo de nuevo.
Isaías profetizó sobre el Mesías: «Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores» (53:4). Tenemos un Salvador que no solo entiende sobre nuestro dolor; lo vivió. Jesús entiende y le interesa cómo nos sentimos. Un día, nuestra tristeza se convertirá en gozo.
Señor, cuando te veamos, la tristeza se convertirá en gozo.
Cuando ponemos nuestras preocupaciones en sus manos, Dios pone paz en nuestro corazón.

Uno de nosotros
Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados (v. 18).
Lectura: Hebreos 2:9-18
La Biblia en un año: Marcos 8:1-21
En el funeral de Charles Schultz (1922-2000), creador de la historieta Peanuts, su amiga y también humorista Cathy Guisewite habló de su humanidad y compasión: «Le dio al mundo personajes que sabían exactamente cómo nos sentimos todos, que nos hacían sentir que no estábamos solos nunca. Además, se dio a sí mismo e hizo que siempre nos sintiéramos acompañados […]. Nos alentaba. Se compadecía con nosotros. Nos hacía sentir que era exactamente igual a nosotros».
Cuando sentimos que nadie nos comprende ni puede ayudarnos, podemos recordar que Jesús se dio a sí mismo y que sabe exactamente cómo somos y lo que estamos enfrentando hoy.
Hebreos 2:9-18 presenta la asombrosa verdad de que Jesús compartió plenamente nuestra humanidad durante su vida en la Tierra (v. 14). Gustó la muerte por todos (v. 9), destruyó el poder de Satanás (v. 14) y libró «a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre» (v. 15). Jesús se hizo como nosotros: «semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere (v. 17).
Señor, gracias por participar de nuestra humanidad para que podamos hoy sentir tu ayuda y vivir en tu presencia para siempre.
Nadie entiende como Cristo.
Nuestro Pan Diario

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