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miércoles, 15 de marzo de 2017

El don de la bienvenida



No os olvidéis de la hospitalidad… (v. 2).
Lectura: Hebreos 13:1-2
La Biblia en un año: Marcos 9:30-50
La ocasión en que invitamos a comer a familias de cinco naciones sigue siendo un recuerdo maravilloso. De alguna manera, la conversación no se dio de a dos, sino que todos participamos del debate sobre la vida en Londres, aportando perspectivas de diferentes partes del mundo. Esa noche, mi esposo y yo reflexionamos en que habíamos recibido más de lo que habíamos dado, incluida la calidez que sentimos al desarrollar amistades nuevas y aprender sobre culturas diferentes.
El escritor de Hebreos concluyó sus conceptos con algunas exhortaciones respecto a la vida comunitaria; entre ellas, que sus lectores debían continuar recibiendo a los extranjeros. Al hacerlo, «algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles» (13:2). Tal vez se refería a Abraham y Sara, quienes, como vemos en Génesis 18:1-12, recibieron a tres extraños, fueron generosos con ellos y les prepararon un festín, tal como se acostumbraba en los tiempos bíblicos. No sabían que las visitas eran ángeles que les llevaban un mensaje de bendición.
No invitamos a personas a nuestra casa esperando recibir algo a cambio, pero, a menudo, recibimos más de lo que damos. Que el Señor extienda su amor a través de nosotros y dé la bienvenida a aquellos con quienes compartimos.
Señor, quiero glorificarte compartiendo con otros lo que me has dado.
Cuando somos hospitalarios, compartimos la bondad y las dádivas de Dios.

Amor y zapatos viejos
Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Señor, tú la sabes toda (v. 4).
Lectura: Salmo 139:1-12
La Biblia en un año: Marcos 9:1-29
A veces, mi esposa y yo completamos las frases el uno del otro. Después de 30 años de matrimonio, cada vez conocemos mejor la manera de pensar y hablar del otro. Incluso, a veces ni siquiera tenemos que terminar una frase; solo una palabra o una mirada basta para expresar lo que pensamos.
Todo esto tiene su lado placentero… como un par de zapatos que uno sigue usando porque son tan cómodos. A veces, hasta nos llamamos afectuosamente el uno al otro: «mi zapato viejo»; ¡elogio que te resultaría difícil entender si no nos conocieras bien! Con los años, nuestra relación ha generado un lenguaje propio, con expresiones que son el resultado de décadas de amor y confianza.
Es placentero saber que Dios nos ama con una profunda familiaridad. David escribió: «aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda» (Salmo 139:4). Imagina tener una conversación tranquila con Jesús y contarle lo que más pesa en tu corazón. Mientras luchas por encontrar las palabras, Él te sonríe y dice exactamente lo que no puedes expresar. ¡Qué bueno es saber que no necesitamos decir las palabras correctas para hablar con Dios! Él nos ama y nos conoce lo suficiente para entender.
— jb
¡Señor, gracias por entenderme por completo! Ayúdame a amarte y seguirte hoy.
Dios mira más allá de nuestras palabras; ve nuestro corazón.
Nuestro Pan Diario 

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