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sábado, 25 de marzo de 2017

Un fuego pequeño



… la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! (v. 5).
Lectura: Santiago 3:3-12
La Biblia en un año: Marcos 16
Un domingo de septiembre, por la noche, mientras la mayoría de la gente dormía, se desencadenó un pequeño fuego en la panadería de Thomas Farriner, en Pudding Lane. Al instante, las llamas se extendieron de una casa a otra, y Londres se vio envuelta en el Gran Incendio de 1666. Más de 70.000 personas quedaron sin casa por fuego que arrasó el 80% de la ciudad. ¡Tanta destrucción por un incendio tan pequeño!
La Biblia nos advierte sobre otro fuego pequeño, pero destructivo. A Santiago le interesaban las personas y la relación entre ellas, no los edificios; por eso, escribió: «la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!» (Santiago 3:5).
Pero nuestras palabras también pueden ser edificantes. Proverbios 16:24 nos recuerda: «Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos». Y el apóstol Pablo dice: «Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno» (Colosenses 4:6). Como la sal sazona la comida, la gracia hace lo mismo con nuestras palabras para edificar a los demás.
Con la ayuda del Espíritu Santo, nuestras palabras pueden apagar incendios en vez de provocarlos.
Señor, ayúdame a transmitir esperanza y ánimo con mis palabras.
¿Cómo serán hoy nuestras palabras?

Algo anda mal
Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu (v. 18).
Lectura: Salmo 34:11-18
La Biblia en un año: Marcos 15:26-47
La mañana después de que nació nuestro hijo Allen, el médico se sentó cerca de mi cama y dijo: «Algo anda mal». Nuestro bebé, tan perfecto por fuera, tenía un defecto congénito y debía ser trasladado de inmediato a un hospital a más de 1.000 kilómetros para ser operado de urgencia.
Cuando el médico te dice que algo anda mal con tu hijo, tu vida cambia. El temor puede desmoralizarte y hacerte tambalear, y llevarte a buscar desesperadamente la fortaleza de Dios para sostener a tu niño.
¿Puede un Dios amoroso permitir esto? —te preguntas—. ¿Le importa mi bebé? ¿Dónde está Él? Aquella mañana, estos y otros pensamientos sacudieron mi fe.
Cuando mi esposo se enteró de la noticia, me dijo: «Jolene, oremos». Me tomó la mano y dijo: «Padre, gracias por darnos a Allen. Es tuyo, Dios, no nuestro. Tú lo amaste antes de que nosotros lo conociéramos. Acompáñalo; nosotros no podemos. Amén».
Hiram siempre ha sido un hombre de pocas palabras. Lucha para expresar sus ideas y, a menudo, ni lo intenta, ya que sabe que yo tengo suficientes palabras para llenar cualquier silencio. Sin embargo, el día en que mi corazón se rompió, mi espíritu se devastó y mi fe se fue, Dios le dio a mi esposo la fuerza para decir lo que yo no podía. A través de él, sentí que Dios estaba cerca.
— JP
Señor, que tu Palabra me fortalezca hoy.
La mejor clase de amigo es aquel que ora.

Después de usted
… Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda (v. 9).
Lectura: Génesis 13:1-18
La Biblia en un año: Marcos 15:1-25
En algunas culturas, se espera que un joven permita que una persona mayor entre primero a una habitación. En otras, entra antes el individuo más importante o de mayor rango. Al margen de las tradiciones, a veces, nos resulta difícil dejar que otro elija primero en cuestiones importantes; en especial, cuando ese derecho nos pertenece a nosotros.
Abram (llamado después Abraham) y su sobrino Lot tenían tantos rebaños, ganado y tiendas que la tierra no era suficiente para ambos mientras viajaban juntos. Para evitar conflictos, Abram sugirió que se separaran, y permitió generosamente que Lot escogiera primero. Su sobrino eligió el fértil valle del Jordán, y le dejó a su tío la región menos deseada.
Abram, en vez de imponer sus derechos como el mayor, confió su futuro a Dios: «Entonces Abram dijo a Lot: No haya ahora altercado entre nosotros dos […]. ¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mí. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda» (Génesis 13:8-9). Al final, la elección de Lot trajo consecuencias terribles a toda su familia (ver Génesis 19).
Hoy, al enfrentar diversas decisiones, podemos confiar en la guía de Dios. Él prometió cuidarnos y suplir siempre nuestras necesidades.
Señor, guíame hoy a elegir bien.
«Dios siempre da lo mejor a aquellos que dejan la elección en sus manos». Jim Elliot
Nuestro Pan Diario
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