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lunes, 13 de marzo de 2017

Entrevista sorpresiva



… De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis (Mateo 25:40).
Lectura: Hechos 26:9-15
La Biblia en un año: Marcos 13:21-37
Una mañana, temprano, un pasajero empujó e insultó a otro que se le cruzó mientras viajaban en un tren repleto de gente en Londres. Fue esa clase de situaciones desafortunadas y sin sentido que no se resuelven. Pero, al rato, sucedió algo inesperado. El gerente de una empresa envió un breve mensaje a sus amigos en una red social: «¿Adivinen quién apareció para una entrevista de trabajo?». Su explicación hizo que gente en todo el mundo se sonriera. ¿Te imaginas ir a una entrevista de trabajo y descubrir que la persona que te recibe es la que poco antes habías insultado?
Saulo también se cruzó con alguien a quien jamás esperó ver. Mientras perseguía a un grupo llamado Camino (Hechos 9:1-2), lo hizo detener en su trayecto una luz que lo encegueció. Entonces, una voz dijo: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» (v. 4). Saulo preguntó: «¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues» (26:15).
Años antes, Jesús había dicho que nuestra manera de tratar a los hambrientos, los sedientos, los extranjeros y los presos refleja nuestra relación con Él (Mateo 25:35-36). ¿Quién hubiese imaginado que, cuando alguien nos insulta, o cuando nosotros ayudamos o lastimamos a otra persona, Aquel que nos ama lo toma personalmente?
Señor, perdónanos por olvidar que siempre estás presente.
Cuando ayudamos o lastimamos a alguien, Jesús lo toma personalmente.

No soy yo
Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros… (v. 10).
Lectura: 1 Pedro 4:7-11
La Biblia en un año: Marcos 13:1-20
Hace poco, durante unas vacaciones, le di descanso a mi afeitadora y me dejé la barba. Hubo varias reacciones de amigos y compañeros de trabajo… en su mayoría, elogios. Pero, un día, me miré y dije: «No soy yo». Así que reapareció la maquinita.
He estado reflexionando sobre quiénes somos y por qué una cosa u otra se adecua a nuestra personalidad. En esencia, se debe a que Dios nos ha hecho distintos y con preferencias particulares: diferentes pasatiempos, comidas e iglesias donde reunirnos. Cada persona es única, formidable y maravillosa (Salmo 139:14), y singularmente dotada para servir a los demás (1 Pedro 4:10-11).
Los discípulos no evaluaron sus cualidades antes de entrar en el mundo de Jesús. Pedro, tan impulsivo, le cortó la oreja a un sirviente cuando arrestaron al Señor. Tomás insistió en ver pruebas antes de creer que Cristo había resucitado. Pero el Señor no los rechazó porque les faltara crecer espiritualmente, sino que los moldeó para servir a Dios.
A veces, al considerar cómo y dónde estamos usando nuestros talentos y características en el servicio al Señor, deberíamos decir: «No soy yo». Quizá Dios nos pida que dejemos lo que nos es cómodo, para que sirvamos adecuadamente a sus buenos propósitos. Al hacerlo, lo honramos.
Señor, guíame para usar bien mis particularidades.
No hay personas comunes y corrientes; fuimos creados para ser únicos.
Nuestro Pan Diario
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