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sábado, 7 de noviembre de 2009

Un destino que completar

“Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.” Jeremías 1:5
Tanto usted como yo somos personas de destino. Dios nos conoce, nos ha santificado y nos ha dado dones para que lo podamos alcanzar.
Ahora, como dice la Palabra, tenemos que estar convencidos que el que comenzó en nosotros la buena obra, nos irá perfeccionando hasta alcanzar nuestro destino.
Para poder completarlo tenemos que ser fieles a Dios. Vemos que David, como muchos otros, para poder alcanzar lo suyo, tuvo que ser fiel a Él. Otro ejemplo es José, tuvo problemas pero no se enfocó en ellos. Sí lo hizo en los sueños que Dios había depositado en él. Él no se inclinó ante las circunstancias. Fue fiel al sueño de Dios.
Recuerde que el diablo tratará de distraerlo, desenfocarlo de su camino. Él hará lo imposible para llevar su mirada a las circunstancias.
Pero observe a María, la madre de Jesús, ¿se preocupó ella por lo que decían? Hay muchas cosas en el mundo que se hacen para que pierda su destino. Adán lo perdió por desobedecer. ¿Usted que hará?
Si hay algo que cambiar en su vida, cámbielo de una vez por todas. Su actitud de hoy determina su mañana.
No pierda la oportunidad como lo hicieron los judíos en el desierto, aprovéchela como lo hizo la nueva generación.
Dios lo ha de librar de cualquier horno de fuego que le pongan en el camino a su destino. Venza el desánimo y la decepción. El Espíritu Santo nos enseña a caminar hacia el destino divino.
Diga hoy: “voy a alcanzar mi destino, voy a pasar el Jordán, venceré a los gigantes y conquistaré. Soy parte de la generación que triunfa en la adversidad”
Oración: Padre, nada va a impedir que alcance mi destino. Te seré fiel. Mi destino tiene un propósito divino. No perderé esta oportunidad. Gracias, en el nombre de Jesús, amén.
Por. Rev. Juan O. Crudo.

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