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martes, 18 de agosto de 2009

En la tempestad con Jesús

Fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. 1 Cor. 10:13

Si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias. Lamentaciones de Jeremías 3:32

¿Cuál es el mensaje para nosotros de la escena de los discípulos de Jesús afrontando la tempestad sobre el lago de Galilea?
El creyente nunca está solo, particularmente cuando atraviesa las pruebas de la vida. Jesús siguió de cerca a sus discípulos, a quienes había enviado al otro lado del lago. De hecho, estaba muy cerca de ellos en medio de la tempestad. Intervino cuando le pareció oportuno. Primero, muy asustados, los discípulos oyeron estas palabras tranquilizadoras: “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!” (Marcos 6:50). Luego se asombraron al hallarse sobre un mar en calma.
Un mar agitado, tal es el mundo donde los creyentes son llamados a vivir; pero saben que su Señor intercede por ellos en el cielo (Romanos 8:34). También aprenden que Dios mide la intensidad y duración de la prueba. En el evangelio de Marcos, la hora en que se acaba está indicada: “cerca de la cuarta vigilia” (6:48). En el de Juan, la distancia está precisada: “veinticinco o treinta estadios” (6:19). Así, el creyente sabe que Dios conoce todos los detalles de sus circunstancias. Lo vigila en los momentos difíciles y pone límites al sufrimiento.
Si pasamos por días sombríos (enfermedad, duelo, escasez…), sepamos dejarlos en manos de Dios, quien tiene una meta: “Para a la postre hacerte bien” (Deuteronomio 8:16).

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