Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo. Efesios 5:14
En Norteamérica, el río Niágara corre primero tranquilamente, luego la corriente adquiere rapidez, pasando por peñas y rocas hasta llegar a las famosas cataratas de unos 50 metros de altura.
Hace años se vio navegar sobre el río una lancha en la cual dormía un indio. La gente que lo observaba desde la ribera gritó y hasta hizo sonar una trompa para tratar de despertar al hombre en peligro, pero todo fue en vano. La lancha avanzaba cada vez con mayor rapidez y tocó una roca. Se pensó que esto iba a despertar al indio, pero él siguió durmiendo. Quizás estaba muy cansado, o ebrio. La lancha, llevada cada vez más rápido por la corriente, se acercó a la catarata. En el último momento el desdichado se despertó. Se vio cómo se enderezó, agarró los remos… y se precipitó en la profundidad.
¡Qué imagen más acertada del ser humano que sencillamente se deja llevar por el espíritu del presente siglo malo sin pensar en el destino que le espera: la eternidad! «Vivir el presente» es el eslogan de moda. Uno quiere vivir tan intensamente como le sea posible, probar todo y no perderse nada. Le conviene que la moral pública haya abolido la noción de “pecado”.
Nuestros contemporáneos se dirigen al fin «durmiendo». Sin pensar en él, se dirigen directa y constantemente hacia él. No son conscientes de que son responsables de su vida ante Dios. Él desea salvarlos de la eterna perdición. Los llama y les advierte para que se despierten a tiempo, aun con una hojita como ésta.
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Fuente: © Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
http://labuenasemilla.net calendarios@labuenasemilla.net
http://ediciones-biblicas.ch
En Norteamérica, el río Niágara corre primero tranquilamente, luego la corriente adquiere rapidez, pasando por peñas y rocas hasta llegar a las famosas cataratas de unos 50 metros de altura.
Hace años se vio navegar sobre el río una lancha en la cual dormía un indio. La gente que lo observaba desde la ribera gritó y hasta hizo sonar una trompa para tratar de despertar al hombre en peligro, pero todo fue en vano. La lancha avanzaba cada vez con mayor rapidez y tocó una roca. Se pensó que esto iba a despertar al indio, pero él siguió durmiendo. Quizás estaba muy cansado, o ebrio. La lancha, llevada cada vez más rápido por la corriente, se acercó a la catarata. En el último momento el desdichado se despertó. Se vio cómo se enderezó, agarró los remos… y se precipitó en la profundidad.
¡Qué imagen más acertada del ser humano que sencillamente se deja llevar por el espíritu del presente siglo malo sin pensar en el destino que le espera: la eternidad! «Vivir el presente» es el eslogan de moda. Uno quiere vivir tan intensamente como le sea posible, probar todo y no perderse nada. Le conviene que la moral pública haya abolido la noción de “pecado”.
Nuestros contemporáneos se dirigen al fin «durmiendo». Sin pensar en él, se dirigen directa y constantemente hacia él. No son conscientes de que son responsables de su vida ante Dios. Él desea salvarlos de la eterna perdición. Los llama y les advierte para que se despierten a tiempo, aun con una hojita como ésta.
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