Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.
Isaías 26:3
No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.
Hebreos 10:35-36
Uno de los aspectos más importantes de la fe es la confianza. Este es uno de los asuntos más desconocidos y peor vividos, aun por los cristianos. La fe no es hacer, sino creer y luego estar en relación con Dios, confiando en Él y entregándose a su bondad.
Cuando me doy cuenta de que soy realmente culpable ante Dios, mi único recurso es remitirme a su gracia. Cuando tengo conciencia de que estoy verdaderamente perdido, y que no puedo arreglármelas solo, miro al Señor Jesús, mi Salvador. Esto es fe.
Confiar en Dios es contar con Él, esperar en Él para que obre en mi vida. La búsqueda de apoyos humanos es lo contrario de la fe en Dios. Cuando oremos, aprendamos a encomendar todo al Señor: nuestras circunstancias, nuestro porvenir, nuestra familia, nuestros amigos… Esta confianza en Dios trae paz al corazón, serenidad en la prueba.
Cristianos, confiar en Dios también es aprender a decir «sí» a Jesús: es responder a su invitación cotidiana a seguirle, recibir las promesas de su Palabra, conformarse a su voluntad. Ese «sí» es un compromiso que se extiende a toda nuestra vida. El que cuenta con el Señor recibe la fuerza y las directivas que vienen de Él para obrar. Sólo la fe nos hace capaces de servirle y parecernos a Él.
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© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
Isaías 26:3
No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.
Hebreos 10:35-36
Uno de los aspectos más importantes de la fe es la confianza. Este es uno de los asuntos más desconocidos y peor vividos, aun por los cristianos. La fe no es hacer, sino creer y luego estar en relación con Dios, confiando en Él y entregándose a su bondad.
Cuando me doy cuenta de que soy realmente culpable ante Dios, mi único recurso es remitirme a su gracia. Cuando tengo conciencia de que estoy verdaderamente perdido, y que no puedo arreglármelas solo, miro al Señor Jesús, mi Salvador. Esto es fe.
Confiar en Dios es contar con Él, esperar en Él para que obre en mi vida. La búsqueda de apoyos humanos es lo contrario de la fe en Dios. Cuando oremos, aprendamos a encomendar todo al Señor: nuestras circunstancias, nuestro porvenir, nuestra familia, nuestros amigos… Esta confianza en Dios trae paz al corazón, serenidad en la prueba.
Cristianos, confiar en Dios también es aprender a decir «sí» a Jesús: es responder a su invitación cotidiana a seguirle, recibir las promesas de su Palabra, conformarse a su voluntad. Ese «sí» es un compromiso que se extiende a toda nuestra vida. El que cuenta con el Señor recibe la fuerza y las directivas que vienen de Él para obrar. Sólo la fe nos hace capaces de servirle y parecernos a Él.
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