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miércoles, 17 de marzo de 2010

“Padre nuestro…” (1)

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. Lucas 11:2
Mateo 6:9-13; Lucas 11:2-4
Los discípulos pidieron a Jesús que les enseñase a orar. Entonces él les dio un modelo de oración llamada «el Padre nuestro». No fue para repetirla mecánicamente, sin fe ni fervor, sino para que su contenido les sirviese de orientación, de ejemplo para formular su oración propia.
El «Padre nuestro» se divide en dos partes: La primera está relacionada con Dios, es decir, con su nombre, su reino y su voluntad. La segunda concierne a nuestras necesidades: El alimento, el perdón y la protección. Ese orden es importante. Dios debe ocupar el primer lugar en nuestros pensamientos y deseos.
Jesús empieza por invitar a sus discípulos a llamar a Dios “nuestro Padre”. Ya no es conocido sólo como el Dios del pueblo de Israel. Él es el Padre, el protector celestial de aquellos que siguen a Jesús. Aun más, él es aquel que nos llama sus hijos. Cada uno de nosotros puede gozar del privilegio de acercarse a Dios con toda libertad y confianza. Podemos gozar de la misericordia del Padre (Lucas 6:36), de su perdón (Marcos 11:25), de sus cuidados (Mateo 6:32) y de su disciplina bienhechora (Hebreos 12:5-6).
Nuestro Padre está en los cielos. El Dios que vino hasta nosotros por medio de Jesús permanece infinitamente por encima de nosotros. Todo lo que sucede finalmente está en su mano. Y ese Dios tan grande es nuestro Padre. Podemos hablarle como hijos. ¡Qué privilegio!

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