¡Vos podes ayudarnos!

---

Translate


martes, 17 de agosto de 2010

Encuentro

Regando las plantas del Jardín, de una vieja casa en la cual vivía, era la casa de la iglesia en la cual fui por algunos años Pastor. Era como las once y media de la noche, de en medio de la oscuridad de la calle surgió una figura de un hombre. Tendría a la vista como unos setenta años, quizás algo más. Lo vi, se me acercó y me dijo:
-Regando las plantitas que Dios hizo…-
-Si señor – le respondí.
-Así riega Dios el Árbol de la vida- me dijo con una sonrisa que yo correspondí.
-¿Se le ofrece algo?- Pregunté.
-Si, un poco de agua- solicitó.
Lo mandé a pasar y se detuvo ante un pequeño árbol de acacia, se lo quedó mirando. Vi su barba blanca, sus ojos azules, su cabello largo y su traje marrón, que aunque era viejo se veía bien conservado. Fui a la cocina a buscar el agua, y algo de alimento. Mi esposa y mis dos hijos dormían. Traje un pan con queso y un vaso de agua fría.
-Tome- le dije.
-¡Gracias!- me respondió y comenzó a comer.
Sus manos eran finas y limpias, comía mirando hacia el jardín, miraba el pequeño árbol de acacia. Se puso a escribir en la arena mojada del jardín. Nada perturbaba su silencio.
-¿Cómo se llama?- Pregunté.
-Juan- Me respondió y siguió comiendo.
-¿Dónde vive?- Volví a preguntar.
-En todas partes- me dijo en un tono muy bajo que apenas logré escuchar.
Tomó el vaso de agua y comenzó a tomársela muy lentamente y dijo en voz baja:
-El Pan y el Agua de Vida-
¿Que dijo?- le pregunte acercándome y mirándolo a los ojos.
-Unas viejas palabras que escribí hace muchos años- me respondió con una sonrisa melancólica.
-Usted mi hermano y amigo hospitalario, recibirá una recompensa de Profeta porque me acogido sin reproches - Seguía sin entender esas palabras.
-Está recitando la Biblia señor- le dije.
-¿La Biblia?- me preguntó mirándome a los ojos-
-La Biblia, el libro sagrado para gran parte de la humanidad, pero que pocos respetan. En ella todos encuentran justificación para todas las acciones buenas o malas que emprenden. El que explota a su semejante dice que es voluntad de Dios y el explotado dice que su condición se debe a la misma razón. Sin embargo hay que leerlo porque en ella hay palabra de vida- agregó con un tono convincente.
Lo oía callado, algo en el me cautivó, parecía mas anciano que lo que aparentaba, pero estaba muy bien conservado.
-En el principio era la Palabra… - dijo mirando al cielo.
-Y la Palabra era Dios… -agregué.
- ¡Es Dios! - me corrigió.
Recogió sus cosas y se dispuso a marcharse.
-¿A dónde va?- le pregunté.
-Seguiré mi largo peregrinaje- me dijo mirándome a los ojos.
-¿Por qué no se queda? Es tarde y esta zona es bastante sola y peligrosa de noche- le recalqué.
-Seguiré mi camino que es largo y se me ha hecho algo casi eterno- me dijo- Además no estoy solo.
-Pero solo lo vi llegar a usted, nadie más anda con usted amigo- le dije y me interrumpió.
-Sigo, al Camino, la verdad y la vida- dijo mirándome a los ojos.
-¡A Jesús!- exclamé.
Si, la Palabra hecha humanidad- me respondió. -Es mi mejor amigo, me quiere mucho- me dijo con mucha seguridad.
Miré a sus ojos azules, noté mucha sinceridad, un escalofrío recorrió mi espalda.
-¿Será un loco? – pensé.
-No soy un loco- me respondió con una sonrisa y mirándome con mucha ternura y adivinando mi pensamiento.
-Tampoco soy un fantasma, soy un hombre de carne y hueso- me dijo mirándome.
-¿Qué edad tiene usted?- le pregunté con cierto temor inexplicable, solo me sonrió.
-Tú lo sabes- me dijo.
Miró a la vieja iglesia que yo pastoreaba, quedaba justo al lado del jardín, se volteo y me dijo:
-Llegará el tiempo que ni aquí, ni en Jerusalén se adorará…. -Dijo caminando hasta la calle.
Corrí hasta el portón que daba a la calle, en el intento vano de detenerlo.
-Juan, ¿De donde viene? ¿A dónde va? – le pregunté.
-Voy a visitar otras vidas y vengo de muy lejos- y en ese instante se desapareció frente a mi vista.
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Salí corriendo a la calle y recorrí las cuatro esquinas de mi cuadra, no lo encontré, desapareció. Regresé a mi casa y me acosté a dormir, con la esperanza que hubiera sido un sueño.
Al levantarme, fui al jardín y en el lugar en el cual el anciano se había sentado. Conseguí el vaso y el plato en los cuales le había dado el pan con queso y el agua, el pequeño árbol de acacia lo encontré prematuramente florecido y una escritura en la arena: Ιωάννης της Πάτμου.

Por. Obed Juan Vizcaíno Nájera. Venezuela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario