“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.” Mateo 5:3-6
Bienaventurado, feliz, afortunado, todos sinónimos de próspero. Dios desea que usted prospere. Dios se deleita en su prosperidad. Dios desea que a usted le vaya bien en cada área de su vida: espíritu, alma y cuerpo. Por eso encontramos tantas instrucciones en la Biblia para lograrlo.
El primer requisito para recibir de la prosperidad de Dios es ser pobre en espíritu. Los pobres en espíritu, ¡reciben el reino! Pobre es aquel que depende de otro para su sustento. Nosotros dependemos de Dios. Él es nuestra fuente, Él es nuestra provisión. Todo lo recibido, de su mano viene y sabemos que es su Espíritu el que nos capacita para lograr grandes cosas.
En segundo lugar, debemos reconocer nuestra necesidad de Él, reconocer que nos equivocamos. Pedir perdón nos trae consuelo, seguridad y restauración. Nos hace prósperos en nuestras emociones.
En tercer lugar, es la mansedumbre la que nos llevará a heredar la tierra. Y la mansedumbre es muy distinta a la timidez y a estar amansado. Manso es aquel que está libre de arrogancia, libre de agresividad como forma de hacer valer sus derechos. Manso es quien somete su vida y sus pensamientos a los de Dios. No es alguien pasivo, sino alguien que avanza seguro de su llamamiento. No se enoja, sino que se extiende a cumplir su propósito.
Y en cuarto lugar, la saciedad viene de buscar las cosas de Dios, de buscar que su reino se establezca en la tierra. Los deseos humanos buscan saciarse, pero jamás lo logran. Jesús le dijo a la mujer samaritana, junto al pozo, que el que bebiera del agua que él le daba, no tendría sed jamás; y ese agua sería en ella una fuente de agua que salte para vida eterna. Dios no sólo le da para suplir su necesidad.
Dios lo trasforma a usted en un canal de bendición. Su vida rebosará de la bendición. Su casa tendrá abundancia de paz, abundancia de amor y abundantes finanzas. Usted será un distribuidor de las bendiciones de Dios.
¡Bienaventurado es por ser hijo de Dios!Oración: Padre gracias. Tú sacias mi vida en todos los aspectos. Estoy bendecido y soy feliz. Ábreme puertas, Señor, para poder dar de toda esta abundancia que recibí de ti. En el nombre de Jesús. Amén
Por. Rev. Juan. O. Crudo, pastor del Ministerio Cristo la Solucion. Argentina.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.” Mateo 5:3-6
Bienaventurado, feliz, afortunado, todos sinónimos de próspero. Dios desea que usted prospere. Dios se deleita en su prosperidad. Dios desea que a usted le vaya bien en cada área de su vida: espíritu, alma y cuerpo. Por eso encontramos tantas instrucciones en la Biblia para lograrlo.
El primer requisito para recibir de la prosperidad de Dios es ser pobre en espíritu. Los pobres en espíritu, ¡reciben el reino! Pobre es aquel que depende de otro para su sustento. Nosotros dependemos de Dios. Él es nuestra fuente, Él es nuestra provisión. Todo lo recibido, de su mano viene y sabemos que es su Espíritu el que nos capacita para lograr grandes cosas.
En segundo lugar, debemos reconocer nuestra necesidad de Él, reconocer que nos equivocamos. Pedir perdón nos trae consuelo, seguridad y restauración. Nos hace prósperos en nuestras emociones.
En tercer lugar, es la mansedumbre la que nos llevará a heredar la tierra. Y la mansedumbre es muy distinta a la timidez y a estar amansado. Manso es aquel que está libre de arrogancia, libre de agresividad como forma de hacer valer sus derechos. Manso es quien somete su vida y sus pensamientos a los de Dios. No es alguien pasivo, sino alguien que avanza seguro de su llamamiento. No se enoja, sino que se extiende a cumplir su propósito.
Y en cuarto lugar, la saciedad viene de buscar las cosas de Dios, de buscar que su reino se establezca en la tierra. Los deseos humanos buscan saciarse, pero jamás lo logran. Jesús le dijo a la mujer samaritana, junto al pozo, que el que bebiera del agua que él le daba, no tendría sed jamás; y ese agua sería en ella una fuente de agua que salte para vida eterna. Dios no sólo le da para suplir su necesidad.
Dios lo trasforma a usted en un canal de bendición. Su vida rebosará de la bendición. Su casa tendrá abundancia de paz, abundancia de amor y abundantes finanzas. Usted será un distribuidor de las bendiciones de Dios.
¡Bienaventurado es por ser hijo de Dios!Oración: Padre gracias. Tú sacias mi vida en todos los aspectos. Estoy bendecido y soy feliz. Ábreme puertas, Señor, para poder dar de toda esta abundancia que recibí de ti. En el nombre de Jesús. Amén
Por. Rev. Juan. O. Crudo, pastor del Ministerio Cristo la Solucion. Argentina.
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