El estudiar es un mandato que de continuo cae sobre el pastor. "Ocúpate en estas cosas, permanece en ellas, para que tu aprovechamiento se manifieste a todos." (I Tim. 4:15) "Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de que avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad." (II Tim. 2:15) La razón por esto es obvia. Conocimiento es poder. Los ministros, de su posición, son los líderes en pensamiento religioso. Para ser dignos de respeto es imprescindible que ellos sean más rápidos en pensar que los de su alrededor. No hay otro oficio que exija tanta esfuerza mental. Los grandes esfuerzos del intelecto se requieren, de vez en cuando, de los miembros del senado, de los miembros del tribunal y de los actores en la plataforma. Pero el púlpito requiere semanalmente los mejores sermones que podamos producir. El pastor tiene que tener frescura, ser original y tener fuerza. Si no, el pastor pierde su influencia sobre la gente. Este agotamiento completo de sus recursos continúa año tras año. Nadie puede cumplir con esta exigencia sin estudiar diligente y constantemente. Siempre tiene que estar creciendo. Su proceso mental continuamente tiene que estar activo, empujándole a nuevas esferas de investigación, meditando sobre lo nuevo y aumentando su disciplina y haciéndole una persona más ancha, profunda y valiosa.
En su vida el pastor debe evitar dos extremos. Por un lado, él no debe ser un gusano de biblioteca, siempre encerrado en su oficina, sin contacto vital y emocional con los de su alrededor. Algunos pastores con gran conocimiento han sido relativamente inútiles por falta de una conexión viviente entre su conocimiento y las necesidades verdaderas del mundo activo en el cual ellos viven. Por otro lado, un pastor puede ser un hombre desorientado, un chismoso que anda de casa en casa, ocupado con revistas y diarios, más o menos al tanto del pensamiento popular, mientras que descuida el proceso de la disciplina necesaria para el crecimiento mental. La falta de estabilidad en el pastoreado puede ser resultado de esto. Se ha perdido la frescura y la originalidad en el pensar y expresarse. Se ha perdido, y la gente, cansada de repeticiones y trivialidades, deja de amar y respetar al púlpito. Lo ideal, entonces es una combinación del alumno y el pastor – una mente creciendo en conocimiento y poder por el afán habitual de administrar e influir por el contacto constante entre la iglesia y la gente. Hace falta un sistema bien planeado y continuamente puesto por obra. ¿Qué sistema debe ser? Al contestar la pregunta quiero seguir dos líneas de sugerencias; el método de estudiar y los objetos del estudio.
El método de estudiar
Sea un alumno por dondequiera. El pastor debe ocuparse de la mente humana y las experiencias de los hombres. Por eso, el debe andar en el mundo con sus ojos y oídos abiertos, estudiando a fondo la gente y la vida en su alrededor. En la calle, en la sociedad, en reuniones sociales, la mente debe estar funcionando continuamente observando caracteres, estudiando fases de la vida y juntando material para su trabajo mental. Muchos de los mejores razonamientos, puntos de vista de las Escrituras, e ilustraciones más vívidas surgen en la conversación o en la reunión de oración. Nadie debe perderlos porque, desde que saltan de contactos con la gente, (Esta frase no se entiende bien) es más probable que tales razonamientos satisfagan las necesidades de la congregación y tratarán de preguntas de gran importancia para ellos.
El pastor estudioso que preservare estos textos, pensamientos e ilustraciones se sorprenderá a la rapidez con que ocurren, y la riqueza y frescura que añaden a sus pensamientos e instrucciones. Siempre anda con un libro en la mano. Cada vida tiene momentos libres y se puede añadir mucho a su cultura y conocimiento por aprovecharse de ellos. Mucha de la literatura de hoy, junto con mucho de la biografía, historia ciencia, poesía y arte se puede leer de esta manera si tenemos a mano el libro correcto. En 15 o 30 minutos por día se puede leer una gran cantidad de libros en un año. Si tenemos cuidado al elegirlos, añadirán en gran manera a la anchura e inteligencia del ministro y renovarán en vez de agotar su mente.
Debemos dedicar un tiempo específico cada día a trabajar a solas en el estudio. El hábito general de observar y leer ya sugerida no es un sustituto adecuado para esto. El tiempo dedicado al estudio arduo debe ser tiempo sagrado y no debe ser interrumpido por acontecimientos ordinarios. Las ventajas son obvias. Una vez que un hábito llega ser fijo es cada vez de más poder. La mente funciona con más facilidad cuando tenemos la costumbre de estudiar en períodos que ocurren regularmente. En vez de luchar por horas tratando de concentrarnos sobre el tema en cuestión, la mente entra enseguida con energía para la obra. Cuanto más fijo el hábito, más fácil, rápido y potente será el proceso mental. Este es el secreto del gran importe de trabajo que algunos hombres ejecutan con la fuerza de su mente. A través de hábitos fijos ellos pueden concentrar su fuerza mental y trabajar arduamente Una vez que dedique estas horas de manera habitual, la gente lo entiende, y por regla general, serán libres de interrupciones. La congregación se conformará al plan del pastor y respetará su fidelidad en preparar para su instrucción en el día del señor. No hay ninguna regla para decir la parte del día que debe ser elegida para estudiar. Depende, en parte, de los hábitos del ministro y, en parte, de las necesidades de su carga. Por regla general, la mañana es mejor. No hay tantas interrupciones y deja la tarde libre para visitar, reuniones y su vida social.
Quiero añadir que, nada menos que un concepto alto del ministerio y un anhelo alto de cumplir con su deber permitirá el pastor persistir en semejante disciplina en estudiar. El debe tomarlo como un deber solemne que le debe a Dios, a su pueblo y a sí mismo. Si no, fracasará. La indolencia a menudo es llevada para adelante por depender engañosamente del ingenio o esperar que en el momento vendrá lo que precisa para dar eficacia y brillantez a sus palabras públicas. A veces, oyentes desconsiderados aplaudirán los sermones no bien preparados y así desanimará el pastor de preparar bien. Aparte de esto, siempre hay obstáculos al estudio en la obra del pastor. El tiene que atender a los enfermos, los afligidos, los errantes, junto con la administración de la iglesia. Hay también deberes que cumplir con la sociedad en general. Muchas veces estas le empujan y hay peligro que le impidan cumplir con su deber de estudiar. Muchos hombres han achicado su crecimiento intelectual y poder en el púlpito por permitir que estos quehaceres les impida dedicar el tiempo adecuado al estudio. La única cosa capaz de vencer estas tentaciones es la convicción profunda de que el estudio persistente, regular y de por vida es el deber solemne de cada hombre que se atreve a meterse en el púlpito y enseñar a la gente. Deja los quehaceres tener su lugar pero el primer deber imperativo de aquel que enseña a los demás es enseñarse a sí mismo.
Los temas
Supongamos que el pastor tiene horas fijas sagradas para su obra mental. ¿Qué debe estudiar? Yo contesto: no únicamente para preparar sermones. Muchos caen en un error grave en esto. Dedican todo el tiempo a la preparación de sermones sin dejar tiempo para la cultura en general, conocimiento bíblico y la teología. Resulta que la mente llega a estar vacía y estéril. No tiene material para pensar. La mente siempre esta rindiendo sin añadir algo y el recipiente se vacía. Siempre está moliendo sin echar algo en la tolva. Falta frescura. La mente siempre anda en las mismas ranuras y en el mismo círculo reducido. Al contrario, si estaban leyendo, investigando, mirando las cosas desde otros puntos de vista y siendo influenciados por otros pensadores, la mente para siempre estaría creciendo y sus sermones estarían llenos de puntos de vista nuevos, frescos e interesantes. En el estudio tenemos que buscar tres objetivos; la cultura general, investigación bíblica y teológica y la preparación de sermones.
La cultura en general. Por esto quiero decir estudios para desarrollar el hombre entero. El pastor no debe ser, en un sentido técnico reducido, un mero teólogo. Su anhelo debe ser el de ser un hombre con cultura ancha, desarrollada en su naturaleza en todo sentido. Para lograrlo hace falta un rango amplio de estudios. El debe estar expuesto a los grandes rangos de verdad revelados por la ciencia, la filosofía, poesía y la historia. La ciencia. Por supuesto, el pastor no debe descuidar su obra sagrada para estudiar demasiado la ciencia. Pero, en esta edad de investigación científica, cuando los problemas de la ciencia ocupan tanto los pensamientos de los hombres, el hombre que predica en público semanalmente no puede estar ignorante de la ciencia. La ciencia ha transformado profundamente la civilización y toca cuestiones profundas de la religión y la vida. La astronomía, la geología, la botánica, la química, cada una abre un mundo nuevo de verdad y ayudan en la interpretación de la Palabra de Dios y abundan en ilustraciones ricas de los temas sagrados del púlpito. Libros en general sobre todas estas ciencias están al alcance de cada pastor y aun uno, de cada una, sería suficiente para aumentar en gran manera su conocimiento.
La filosofía o ciencia de la mente. Ningún pastor debe anhelar ser un filósofo. Para hacerlo tendría que dejar de tratar con las almas y su relación para con Dios y perderse en la especulación metafísica. El pastor, en su trabajo con las almas, trata de influenciarlas por el razonamiento, persuasión y un orden de motivos. La mente humana entonces, y sus poderes, y los mejores métodos de influenciarla debe constituir un estudio de por vida. En este estudio le conviene tener conocimiento de algunos de los espíritus maestros del mundo del pensar. Hay algunas mentes que han controlado los pensamientos de las edades. Son hombres como Platón, Aristóteles, Descartes, Bacón Leibnitz y Locke. Con todo lo que un pastor tiene que hacer, sería imposible leer todos pero se puede elegir a algunos libros como los de Mansel, McCosh y Porter.
La cultura estética. Dios no nos hizo meras máquinas lógicas sino seres con gustos, imaginación, capacidad de ser movidos por objetos de belleza. Una buena parte del libro de Dios es poesía dirigida a la imaginación. El universo a nuestro alrededor está lleno de formas innumerables de belleza. Cuando una lógica, fría, e impasible falla, la verdad muchas veces viene a través de la imaginación y los sentidos. Un hombre no puede ser completo sin cultivar también este aspecto de su naturaleza. Sirve para aumentar nuestro poder. Uno de las mejores maneras de lograrlo es por leer cuidadosamente los grandes poetas. Una de las últimas cosas que hizo el gran hombre, el difunto Dr. Wayland, era leer de nuevo Shakespere y Milton. Estas maravillosas creaciones de genio sirvieron para amplificar su mente con rica instrucción y placer.
Historia y literatura en general. El estudio de la historia debe tener un lugar importante en la formación de nuestra cultura. Sirve para amplificar el rango entero del pensar, y alumbra el plan vasto de la Providencia y de la gracia. Tampoco debemos mirar por alto las obras de primera clase de la literatura, incluso novelas. Muchas veces son de gran valor por lo que podemos aprender del carácter y también por la contribución que hacen a la imaginación. Ahora, en cuanto a la cultura en general, quiero dar énfasis al hecho de que debemos perseguirlo de una forma sistemática y sincera. De todos los temas debemos elegir únicamente autores de confianza. Semejante plan de lectura, perseguido fielmente año tras año, desarrollará una mente para siempre creciendo y formará, de una forma sistemática, un hombre maduro en todo sentido. Requiere únicamente persistencia consciente y sincera. El tiempo malgastado por algunos pastores con diarios y novelas sería suficiente para leer los escritos de las mentes maestras de las edades y así pudieron conseguir la cultura y la riqueza que se encuentra en los altos rangos del pensamiento.
La cultura bíblica y teológica. La obra más grande del pastor es educar a la gente en las verdades de la Biblia. Si llega a fallar en algo, por lo menos, el debe ser un maestro en el evangelio. La ignorancia en algunos de los temas ya nombrados, aunque sería lamentable, puede ser tolerada pero en el hombre que se atreve a subirse al púlpito y enseñar la Biblia a la gente públicamente no puede ser perdonado si falta conocimiento bíblico o si habla de ella de una manera cruda o equivocada. Poder retórico o lo que parece ser sinceridad no pueden expiar por una falta de maestría de los temas del púlpito. Estudios bíblicos y teológicos entonces deben tener un lugar importante en el plan de estudio del pastor. De suma importancia es el estudio de la Biblia porque trae la mente al contacto vivo con la Palabra de Dios. Como alumnos en el hebreo y griego, debemos dedicar una parte de cada día a un estudio cuidadoso y crítico de las Escrituras en los originales divinos como fueron editados por el Espíritu santo. Ninguna traducción, cual perfecta que sea, es capaz de darnos la impresión de los originales. Un poco de trabajo cada día en la lectura de los originales, dentro de poco facilitará el proceso y gozo, y su valor es grande. La Biblia es la Palabra de Dios y el gran instrumento de su poder, "La espada y el Espíritu." El Espíritu Santo obra únicamente a través de la verdad divina y el púlpito más potente es aquel que descubre más claro y plenamente estas palabras vivientes de Dios. Como accesorios a la interpretación bíblica, sugiero el estudio de la geografía e historia de la tierra santa. La habilidad de reconocer los personajes y eventos en las Escrituras y ubicarlos en su ambiente histórico es de gran valor. Así, al leer el Pentateuco, y los primeros libros históricos, tanto más vívidos son los eventos si está al tanto con las localidades en Egipto y el desierto. Para facilitarle esto recomiendo "Old and New Testament History por Smith y el libro escrito por Rawlinson con título "Five Ancient Monarcies" y el libro de Milman, "Historia de los Judíos" o el libro de Stanley "Jewish Church." También le hace falta un buen libro de mapas de la tierra santa. Sugiero que estudiamos toda la Biblia. El libro de Dios no es completo si no incluye todo entre Génesis hasta Apocalipsis. Un sistema de verdad y la manera de la redención se revela en etapas sucesivas. No es una mera colección fortuita de escritos sagrados sino una sola gran revelación de Dios. Cada parte se relaciona con la otra y forma parte de la obra completa. Los tipos y profecías y símbolos en la primera parte son los gérmenes del evangelio que se revela claramente más adelante. Nadie puede entender perfectamente un testamento sin un estudio cuidadoso del otro. Hay algunos libros que ayudan al alumno a comprender esta unión de toda la Escritura. Los libros de la Biblia se deben estudiar en su conexión cronológica e histórica. Supongamos que uno está estudiando la profecía de Isaías. La entenderá mucho mejor si primeramente ha estudiado sobre la época en la cual Isaías vivía y los reinos de varios reyes que se encuentran en los libros de Crónicas. O supongamos que uno estudia las epístolas de Pablo. Será mucho más fácil si tiene conocimiento del carácter de Pablo y las circunstancias bajo las cuales él escribió. Este conocimiento se puede conseguir leyendo el libro de los Hechos, las epístolas de Pablo y el libro escrito por Conybear y Hawson "Life and Epistles of St. Paul." También se debe estudiar la Biblia analíticamente. Una lectura rápida de las Escrituras no sirve para interpretarla. Tenemos que analizarla cuidadosamente si hemos que penetrar a ó en su significado completo. Por ejemplo; uno está leyendo el libro de Romanos, empieza por decir "Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios que él había prometido antes por sus profetas en las Santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos." Ahora analice o extrae las proposiciones que hay. Dice de Pablo que:
(1). Era un siervo de Jesucristo
(2). Que era un apóstol nombrado divinamente.
(3). Que fue apartado para el evangelio de Dios.
Del evangelio dice:
(1). Que fue anunciado anteriormente en las Escrituras por los profetas.
(2). Que se trata de Jesucristo, nuestro Señor.
De Jesucristo dice:
(1). En cuanto a su naturaleza humana, descendió de David.
(2). En cuanto a su naturaleza divina, se manifiesta como el Hijo de Dios y fue confirmado por su resurrección.
El hombre que cuidadosamente y fielmente analiza así la Palabra de Dios, mientras que la estudia, penetrará el corazón de ella y estará asombrado por su riqueza. Los grandes pensamientos de Dios se abrirán a su vista de una manea que sería imposible para el lector descuidado y superficial. Si el pastor se dedica a estudiar la Biblia así será capaz de predicar, en parte por lo menos, en el día del señor sermones expositivos. Esta conexión directa entre el estudio del pastor y el púlpito añadirá interés y fuerza a ambos. Al estudiar las doctrinas cristianas también se debe tener un sistema. Debe ser planeado de tal manera que, a través de los años, tomando un tema a su vez, el pastor puede investigar todos los temas principales. Se puede empezar con un libro como el de Hodge, "Bosquejos De La Tología " u otro parecido y seguir el orden de temas, estudiando cada uno hasta dominar los puntos principales. Por ejemplo, supongamos que empezamos con el tema de la inspiración. Primeramente debemos leer lo que algunos autores de confianza dicen sobre el tema. Así tenemos un concepto claro, en la mente, del tema. El segundo paso es anotar las porciones de la Biblia que dicen algo sobre el tema. Examine cada una cuidadosamente y haga una nota de sus observaciones. El tercer paso es el de escribir una declaración completa de su concepto de la inspiración como resultado de su estudio. Se puede hacer lo mismo con cada tema. Tal proceso de investigación teológica, practicado, año tras año, no puede menos que hacer del pastor un buen pensador en cuanto a verdades espirituales y añadirá mucho a su poder en el púlpito. Le conviene también estudiar historia de doctrinas. Se puede hacer con la ayuda de libros como los de Hagenbach o Shedd con titulo "History of Doctrine." Este estudio le ayuda a seguir el desarrollo de las grandes verdades de la Biblia a través de las edades. Tal estudio sirve para estimular pensamientos y nos da una base más amplia para nuestras opiniones. Si el pastor elige predicar sobre las grandes verdades de la Biblia , puede compartir el resultado de su trabajo en el estudio con su pueblo.
La preparación de sermones
Una gran parte del tiempo que el pastor pasa en su estudio será dedicado a la preparación de sermones. Sin embargo, este tema pertenece al estudio de la homilética. Hay libros buenos sobre el tema como las siguientes: Broadus "The Preparacon And Delivery Of Sermons" Shedd "Homiletic And Pastoral Theology"Shedd "Yale Lectures On Preaching" Por eso, sobre este asunto, quiero decir únicamente algo sobre la importancia de tener en alta estima la preparación para el púlpito. El sermón es la encarnación del pastor en cuanto a su cultura y lectura y es la expresión pública de su carácter espiritual e intelectual. Es su deber presentarse; "Como obrero que no tiene de que avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad." (II Tim. 2:15) El deshonra a Cristo y a sí mismo si tiene la costumbre predicar sin preparase adecuadamente. El sermón es el mensaje que Dios manda a través de él, a la congregación. El revela temas santos y sublimes a los cuales los ángeles anhelan mirar. Son temas que han ocupado con reverencia las mentes más nobles de las edades. Se tratan de las almas de los hombres y los grandes intereses de la eternidad. Seguramente el hombre que se atreve a levantarse y hablar ligeramente sobre tales temas ha fracasado en comprender la solemnidad del gran oficio de ser un pastor evangélico.
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