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viernes, 4 de septiembre de 2009

El poder del compromiso

“He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará” Daniel 3:17
La provisión viene de la palabra de Dios. A medida que acrecentamos la fe, le permitimos a Dios obrar cada vez más en nuestra vida y en nuestra familia. Cuando recibimos a Jesús como nuestro salvador, tomamos el compromiso de seguirlo. ¡Y qué bendición es hacerlo! Al comprometernos con Él y serle fiel, nos aseguramos el éxito en cada área de nuestra vida.
Todos sabemos como terminó la historia de Sadrac, Mesac y Abed nego ¡Fueron librados y promocionados!
Ante circunstancias difíciles debemos:
1) Echar la ansiedad sobre el Señor y Él tendrá cuidado de nosotros. Si nos abatimos, le quitamos el lugar a Dios para que nos ayude. Dios nos otorgó todo en Cristo, debemos descansar en Él.
2) Mantener una fe firme, basada en que Dios es el mismo ayer, hoy y por los siglos; y Él no miente.
Dios se mueve sobre su creencia. Usted tiene que tener fe en la Palabra de Dios y actuar conforme a ella. Todas las veces que Jesús operó, fue sobre personas que tenían la creencia de que obtendrían el milagro.
Jacob dijo “a mí me pasan todas”, Elías se escondió, pero Pablo dijo: “todas las cosas me ayudan para bien”, a pesar de los problemas, dijo; “prosigo a la meta”. Eso es fe firme.
La fe es para utilizarla en el punto donde otros se rinden.
Daniel experimentó una conspiración increíble; pero su compromiso con Dios hizo que los hombres reconocieran en él “un espíritu superior”.
Usted debe buscar a Dios todos los días como lo hacía Daniel. Ese espíritu superior se verá a través de su vida, y tendrá palabras de sanidad, de fe; tendrá buenas relaciones con los demás y será promocionado en todo lugar que esté.
Comprométase con Dios y con su obra. Y cuando venga la adversidad, usted será librado y habrá alcanzado un nuevo nivel de victoria.
Oración: Padre, ayúdame a mantener una fe firme y un compromiso real contigo. Ayúdame a servirte de continuo como lo hacía Daniel. En el nombre de Jesús, Amén.
Por. Rev. Juan O. Crudo.

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